Una de las más curiosas y desconocidas expediciones científicas españolas tuvo lugar hace un siglo en la actualmente de moda región de Crimea. Fue la expedición al estudio del eclipse total de sol del 21 de agosto de 1914, a una región rusa entonces muy lejana y en pleno estallido de la Gran Guerra, lo que convirtió la marcha en una epopeya, con final feliz, a iniciativa de la Junta de Ampliación de Estudios. Es una lección para el presente, la necesidad de apoyar públicamente el progreso científico, pese a las penurias de todo tipo en aquella época superiores a la crisis actual
Rafael Lema
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A comienzos del siglo XX en España surgieron proyectos regeneracionistas y reformistas que crearon órganos para la modernización de las artes y las ciencias. Una de estas instituciones fue la Junta de Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas creada bajo la presidencia de Antonio Maura en 1907, y uno de los pilares de la generación del 14. Nació la Junta con el impulso de un noble andaluz de ascendencia galaica, el marqués de la Vega de Armijo, siendo jefe del Gobierno, y científicos gallegos tuvieron un papel relevante en la entidad, como Grande Covián, Rey Pastor o Rof Carballo.
Ramón María del Valle Inclán fue uno de los becados para dar conferencias en Nueva York, bajo otro ente nacido de la Junta, la no menos prestigiosa Institución Cultural Española en América. Así pues hubo una mano gallega en el apoyo a la expedición española de los caballeros del eclipse, un grupo de hombres y mujeres dirigidos por Victoriano Fernández Ascarza, que lograron su objetivo, algo solo conseguido por otras tres naciones, de las 27 expediciones que salieron a la búsqueda del esquivo sol del Mar Negro, en plena guerra, pues allí se preveía la mejor posición para las observaciones. El grupo de Ascarza lo completaban los señores Carrasco, Tinojo y Gosálvez. Y dos mujeres dignas de memoria, la señorita Ascarza y la señora Pizana de Carrasco, pioneras en la fotografía científica española. Carrasco y Tinojo tenían relación con nuestra región, pensaron en Galicia para su estudio del eclipse del 17-4-1912, en Verín o Barco de Valdeorras. Finalmente optaron por Cacabelos. Son dos reputados astrónomos de talla internacional como demostrarán en Rusia.
El grupo tuvo que sufrir un duro viaje, conoció el estallido de la guerra en la previa al trabajo. El retorno en una Europa llena de soldados en batalla, mares minados, barcos patrullando, no fue tampoco para nada fácil. La cruel guerra marcaría el fin de una época de colaboraciones científicas entre las naciones, de estudios conjuntos, nuevas entidades, cerrando durante décadas fronteras y corazones; de un día a otro convirtió a compañeros de mediciones astronómicas en enemigos y posibles espías.
La expedición española decide ir por mar para llevar consigo los instrumentos. De Madrid a Barcelona, Marsella, Constantinopla, Sebastopol, Odessa, Fedosia. En Odessa ven el puerto movilizado, barcos en zafarrancho, regimientos de cosacos preparándose; piensan en volver a Madrid, pero deciden seguir. El viaje será también terrible, en pleno conflicto. Ascarza cuenta: «el 26 de agosto llegábamos a Odesa y el mismo día partíamos para Italia, a bordo del vapor Giava…en este barco hemos permanecido hasta el 5 de septiembre… llegamos a Siracusa y nos apresuramos a bajar a tierra… estuvimos parados en Constantinopla, habíamos sido detenidos en los Dardanelos mientras funcionaban las baterías de las costas, disparando formidables cañonazos… habíamos atravesado por entre minas submarinas con infinitas precauciones, nos había detenido la escuadra inglesa en el mar Egeo y rete nido cinco días en Sicilia sometidos a inspección sanitaria».
En el informe del presidente de la comisión, Ascarza, se indica que «en conjunto, esos trabajos son satisfactorios, aunque los fracasos han sido numerosos, debidos a dos causas a la guerra europea y al estado atmosférico». Pero exponen que «el trabajo no ha sido inútil ni mucho menos, puesto que, ademas de varias observaciones de interés científica, se ha llegada al descubrimiento de una raya coronal roja, que parece completamente nueva». La Junta alaba al grupo español, «Es satisfactorio ver en ella que España ha tomado parte, con éxito, en estas investigaciones astronómicas, y hay que felicitar al señor Ascarza por el método y la claridad con que da cuenta de cómo ha realizado la mi-sión que se le confió». En el primer capítulo de la memoria refieren el proceso seguido para nombrar la comisión. Su origen hay que buscarlo en el Congreso celebrado en Bonn (Alemania), durante el verano de 1913, por la Unión Solar Internacional. A dicho Congreso asistió el señor Victoriano Ascarza, en representación de España, y requerido por los delegados rusos se ofreció a trabajar para que concurriera nuestro país al estudio del fenómeno, logrando que la Junta para Ampliación de Estudios atendiese a los gastos mas indispensables de la expedición.
La comisión quedó nombrada por real orden de 14 de mayo de 1914; se componía del astrónomo señor Ascarza, como presidente, y de los auxiliares don Pedro Carrasco y don José Tinoco, don Víctor Gosalvez, la señorita Ascarza y la señora Pizana de Carrasco. Entre las razones para elegir la visita a Feodosia, o Theodosia, en Crimea, indica el informe: «merecen citarse los datos de nubosidad media en el mes de agosto. Esos datos demuestran que el promedio. de horas con nubes, durante el mes de agosto, es del 58 por 100 en Riga, 47 en Kiew y 24 en Feodosia. La elección, desde este punto de vista no era dudosa, y por èsta y otras razones la comisión española se dirigió a Feodosia».
Minuciosamente se definen los trabajos preparatorios hechos en el Real Observatorio de Madrid para adaptar los instrumentos de observación, el programa de esta observación, elección de placas, etc., «realizado todo con las dificultades propias de la escasez de recursos, pues el crédito concedido por la Junta para Ampliación de estudios sólo alcanzaba para los gastos de viaje y muy estrechamente. El plan de trabajo hubo de ser reducido al estudio espectrográfico de las distintas fases del fenómeno, pensando que era preferible abordar pocas cosas en condiciones de éxito y no muchas medianamente equipados». Como equipo llevan un celostato, dos espectrógrafos, un pequeño anteojo, dos cinemómetros y distintos aparatos complementarios para la instalación, niveles, termómetros, sustancias para plateado de espejos, reveladores, placas. El propósito era estudiar el espectro general y especialmente las regiones roja, amarilla y verde: para ello, después de numerosos ensayos, se eligieron placas pancromáticas de las marcas inglesas Wratten e Ilford.
En la observación del viaje y sus incidencias se explica que «La comisión española, como todas las demás, sufrieron los efectos perniciosos de la espantosa guerra europea, pues estalló el conflicto cuando el Señor Ascarza y sus compañeros, llegaban a Constantinopla, pero felizmente supieron sobreponerse a las circunstancias, desoyendo los consejos de volver a España sin esperar el eclipse». Se explica en la memoria que llegaran a Feodosia, cuatro días antes del eclipse, y solamente trabajando con ardor infatigable de la madrugada hasta la noche, se comprende que cumplieran su labor de instalación, ya que «El tiempo, el día del eclipse, fue vario, amenazador. A las once de la mañana comenzaron a salir nubes. Primeramente eran pocas y tenues, luego aumentaron; a la·una de la tarde el cielo estaba casi cubierto y amenazaba llover. Todo estaba preparado para cerrar la instalación y defender nuestros instrumentes de una lluvia inoportuna. Al comentar el eclipse el sol estaba cubierto; aclaró luego y se volvió a ocultar numerosísimas veces, hasta el comienzo de la totalidad». Felizmente con el eclipse total llegó el claro de sol, entre nubarrones densos, y la comisión española pudo realizar completamente su misión.
No fueron tan afortunadas otras comisiones, pues el clima fue menos benévolo. Tuve acceso, entre otros, al descriptivo viaje del grupo argentino del doctor Perrine, que no logró los objetivos, por las nubes. Y otros equipos fueron expulsados por la guerra. A las órdenes de Ascarza, con el cronómetro, el plan de trabajo fue el siguiente: «Manejo del espectrógrafo de resalto objetivo: señor Carrasco. Manejo del espectrógrafo de rendija: señor Tinoco. Observación de temperaturas y de sombras volantes: señor Gonsalvez. Fotografías del campamento para apreciar el efecto de la disminución de la luz: señorita Ascarza. Aparición de estrellas: señora Pizana de Carrasco. Ademas, los diferentes observadores, y especialmente el señor Tinoco, debían fijar su atención en la corona para hacer luego un dibujo».
El plan se realizó en todas sus partes, tal como había sido convenido, y de da cuenta de los contactos: «El primero no pudo observarse por las nubes; el segundo se apreció a las 15h 18, 111, 545, tiempo medio de Feodosia; el tercero, a las 15h 20, 111, 595; la duración fue, por tanto, dos minutos cinco segundos; la duración calculada para Feodosia era 2, 111, 105, según la Memoria de la Sociedad de Amigos de la Astronomia de Moscou , y unos tres segundos menos según el Nautical Almanac. El segundo contacto se retrasó un segundo de tiempo; el tercero se adelantó cuatro segundos». Es de destacar el trabajo para las Fotografías Espectrales, «Con el espectrógrafo de resalto objetivo se obtuvieron veintidós fotografías, en dos series de once; una serie al empezar la totalidad y otra al terminar la misma, para asegurar el registro del espectro relámpago Flash spectrunz y el de la corona inferior. Los tiempos de exposición fueron desde 1 a 10 segundos. Los resultados son plenamente satisfactorios». Los datos de Carrasco aparecen en seis notas de Nature y son parte de sus estudios sobre la teoría de la relatividad. Son el ejemplo de una edad dorada de las ciencias en España.
