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Francisco Martínez Pin

Licenciado en Ciencias Políticas y Sociología, Periodista, diplomado en Procesos Políticos Contemporáneos y master en gestión medioambiental. Asesor de comunicación en Contexto + Comunicación. Un pobre labrador en la Viña del Señor.
Tiburón-19
Publicada: 13/05/2020
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Tempo de lectura: 5 minutos e 22 segundos.
La acción de Tiburón (Jaws, 1975) transcurre en Amity Island, una encantadora ciudad turística de la costa de Nueva Inglaterra. Una mañana aparecen en la playa unos restos humanos. Resultan ser, lo que queda de la chica guapa de la película, el caso 0 .Vaya lío, el jefe Brody, el policía al mando, las tiene con el alcalde, Vaughan, con traje azul clarito y estampado de anclas. El jefe, que nada de baños, que el bicho se pude comer a los turistas. El alcalde, que si no vienen los bañistas, los del pueblo no van a tener para comer en invierno. Que lo de la chica fue un accidente con la hélice de una embarcación. Brody, se compra unas estacas y unas planchas de madera y fabrica unas señales con lo de “Prohibido el baño”.
En este tira y afloja, un bicho se come a un señor. Los del veraneo llegan en estampida a Amity. La playa hasta la bandera, pero solo la arena. El jefe Brody vigila y el alcalde anima a un parroquiano a que se dé un chapuzón en familia. Es necesario transmitir normalidad. Todos al agua, un niño con una colchoneta amarilla también. El chapoteo de los bañistas, la musiquita de dos notas. Más chapoteo, carreras para alcanzar la orilla, gritos, sangre y unas piernas que caen al fondo. En la orilla los restos de la colchoneta amarilla. Siempre las dos notas.
La madre del pobre niño, ofrece una recompensa para acabar con el bicho. Antes le pega una bofetada al jefe Brody. Lo hace responsable de la muerte de su hijo. Se monta una especie de Os Caneiros de Betanzos, o Romería Vikinga de Catoira, la peña en lancha y con cervezas, a por el tiburón. Lo había dicho el joven biólogo marino, Hopper, lo de la chica era cosa de un tiburón.
Pescan uno y todos felices. El alcalde, los pescadores y los vecinos se hacen la foto. El periódico local la reproduce en portada y bien grande, más casi que el propio tiburón. Por la noche, Hopper, despanzurra al pez, le dice a Brody, este no es el que se zampa a los veraneantes, el tragaldabas es uno más grande.
El alcalde organiza un reunión y aparece, el capitán Quint, un viejo lobo de mar, más curtido que la momia de Tutankamón. Araña con las uñas la pizarra con un tiburón pintado con unos dientes que ni Bogart. El caso es que pide muchos dollares, se los conceden y a pescar. El resto es sabido, se embarcan en el Orca, que arpones, que jaulas, que machetes, que rifles. El gran tiburón blanco, se come al capitán Quint, hunde el barco, Brody liquida al bicho y con Hopper, regresa a nado a Amity.
Lo cierto es que al tiburón, se lo pudieron cargar gracias a un complicado equilibrio, entre el jefe Brody, el biólogo Hooper, el capitán Quint, el que vende las mascarillas y el alcalde Vaughan, que se retuerce entre los intereses de todos y los suyos propios para ser reelegido. Nosotros, con nuestro bicho, lo mismo.
Claro que si la gente hubiese sido precavida y no se hubiese metido en el agua hasta saber lo que pasaba, el marrajo no se hubiese comido a nadie más, que a la chica guapa. Spielberg, un genio.
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