El 13 de febrero de 1219 se sabía, si de ese día en 800 años Betanzos seguía existiendo, cumpliría su traslado y segunda fundación, 8 siglos. No se puede decir que no haya habido tiempo suficiente para preparar unos fastos a propósito. Desde principios del siglo XIII que sabemos esto.
Es más, hace 400 años, en 1619, los betanceiros de entonces, sabían que su ciudad cumplía 4 siglos, desde 1465 lleva el título de ciudad, otorgado por Enrique IV de Castilla «El Impotente». Aún más, sabían los betanceiros de principios del XVII, que si Betanzos pervivía otro tanto, llegaría a la venerable edad de 800 años.
Cuando esos betanceiros de 1619 celebraban o no los 4 siglos de vida, unos colonos ingleses desembarcaban en las costas de Virginia, era un 4 de diciembre. Ese día dieron Gracias a Dios, en lo que hoy se considera la primera del Día de Acción de Gracias. Una festividad que sigue reuniendo a las familias americanas, para martirio de los pavos. Es más, probablemente pronto la celebraremos también nosotros. En 1619 publicó, Lope de Vega, su obra Fuenteovejuna, que 400 años después aún se lee, aunque sea poco.
En 800 años han pasado muchas cosas, han vivido entre 16 y 24 generaciones de betanceiros, nótese que uso el género epiceno, se han declarado guerras, firmado la paz, nos han saqueado los vikingos, hemos saqueado. Juan de Betanzos, se va a con Pizarro y Almagro al Perú y somete al Imperio Inca, los franceses saquean betanzos un frío día de enero, en fin.
No estaría de más, que sé yo, llevar flores a las tumbas de tantos betanceiros. Que no es que sea seguramente el festejo más alegre, pero algo es algo. No estaría de más que el año en Betanzos hubiera empezado con un programa de actos trabajado, por el momento todo parecen ocurrencias de última hora.
Ánimo señores, uso del epiceno, del concello, aún tienen 11 meses por delante, que no son 800 años, pero algo es algo. Claro que de seguir así, a lo mejor de ahora en adelante todos los 13 de febrero, los betanceiros nos comemos un pavo y nos regalamos Fuenteovejuna. O al revés, nos comemos Fuenteovejuna y nos leemos un pavo, sigo con el epiceno.