Todo gobierno es oligárquico. La ley de hierro de la oligarquía es la ley trascendental de la política. Así lo apuntan Robert Michels, Mosca, Pareto, González Fernández de la Mora (La partitocracia), J.M. Ortí Bordas (Oligarquía y Sumisión), o D. Negro (La ley de hierro de la oligarquía). Si bien, la oligarquía debe estar controlada y sometida al control de los ciudadanos. Esa es la base de la Democracia. De no ser así, no encontramos ante un régimen en donde una minoría explota y saquea a la mayoría, con la falsa legitimación del sistema democrático.
En la actualidad existen 17 oligarquías autonómicas, la estatal y la europea. Y los súbditos que trabajan y pagan los impuestos, cual siervos de gleba del siglo XXI. Asistimos a un enfrentamiento entre la oligarquía catalana y el resto de las oligarquías autonómicas y estatales por el reparto de los diezmos o impuestos. No nos vamos a ocupar del discurso nacionalista, o del derecho a la autodeterminación de los pueblos, cuestión de naturaleza ideológica o filosófica. Nos vamos a centrar en la guerra existente entre las oligarquías por el reparto del botín.
El origen de la oligarquía catalana está en el retorno del capital de la burguesía catalana a la península, tras la independencia de la isla de Cuba. Y desde ese momento la política económica estatal giró en torno a los intereses e imposiciones de ese capital y al servicio de esa oligarquía. Toda la política económica y arancelaria desde 1900 hasta la entrada en la UE fue la decidida por la oligarquía catalana. Con la Constitución de 1978 mantuvieron su predominio en España, con el PSOE y el PP. Al día de la fecha asistimos a una lucha por mantener la hegemonía de la oligarquía catalana, si bien en un nuevo contexto, ya que la crisis económica, la UE, los cambios producidos en Europa desde la caída de la URSS, cambiaron las alianzas y crearon un nuevo mapa político.
A nivel ideológico la izquierda en España es muy débil, siendo optimistas. Asistimos a lo que se denomina la instauración de una «oligarquía cultural», en donde existen «discutidores legítimos», y los excluidos. Víctor Pérez Díaz (Una interpretación liberal del futuro de España) señala el dominio de los «líderes exhortativos», al servicio de un partido político, que impiden el debate. Las ideas existen, siempre existirán, pero impiden que en España se divulguen. Frente a un debate de ideas, asistimos a discursos de tácticas políticas, de chismes, o de inventos u ocurrencias. La izquierda, eso que se llama «izquierda moral» renunció a la transformación económica, aceptando el liberalismo. Ya no es izquierda, aunque la etiqueta le siga dando resultados.
La supuesta izquierda centra un discurso sobre la xenofobia, el racismo y la extrema derecha inexistente. Sobre feminismo, homosexualidad, toros o la tumba de Franco. En definitiva, la teórica izquierda, (la mayoría de los que usan esa etiqueta) no lo es; atendiendo al marxismo, se centra en la superestructura, y alaba, apoya y defiende la estructura económica. Liberalismo puro. Hacen lo mismo que los que cobran de la derecha. Por ello, en España asistimos a discusiones obsoletas. La consecuencia lógica es que la realidad europea, el Brexit, la política Francesa con el Frente Nacional y la extinción del Partido Socialista Francés, la Gran Coalición en Alemania, la actual política italiana suena a exotismo….Con ese discurso de la actual «Oligarquía Cultural», no se entiende nada, porque su discurso sólo existe en sus mentes y al servicio de sus pagadores. Ocultan la realidad.
Gustavo Bueno (Zapatero en el Pensamiento de Alicia. Un presidente en el País de las Maravillas), lo definía como «ensoñación infantil», «simplista» que tenía como finalidad ocultar la realidad en vez de analizarla, una especie de «simplismo masónico» o «un mundo al revés de nuestro mundo». Y en El fundamentalismo democrático denuncia la perversión democrática existente. Vamos a presentar dos noticias que son de máxima importancia y que con el discurso de la actual «intelectualidad» no se pueden entender.
La primera es en El Mundo del 15 de julio en «Alemania de nuevo». Apuntaba que: «La resolución del Tribunal Superior de Schleswig-Holstein no puede ser interpretada como una simple batalla de doctrina jurídica. Con ella, Alemania alienta, de nuevo, la fragmentación de la UE en pequeñas y débiles unidades territoriales libres de los corsés legislativos y tributarios de los viejos Estados-nación. (…). Poco podía esperarse de Sánchez. Cierto. Pero no que aceptara la nueva balcanización impulsada desde Alemania». La noticia es espectacular, pero no desconocida: España lleva siendo dirigida por Alemania desde la Transición. Véase El Mito de la Transición de Ferrán Gallego. El gobierno de Madrid carece de soberanía y está subordinado a los intereses económicos de potencias europeas. Y nos plantean la posibilidad de que España sea dividida en varios Estados a conveniencia de los intereses alemanes.
La segunda noticia es del ABC del 16 de julio. Informaba que: «Francia y Alemania relegan a España del futuro caza europeo». Y apuntaba que: «Londres ha iniciado ya contactos con Estocolmo para colaborar en un futuro caza común. Implicaría la unión en el proyecto de otras dos empresas punteras en la construcción aeronáutica militar BAE Sysyems (participa en Eurofighter) y Saab (caza Gripen) para su proyecto particular al margen del franco-alemán. Como se observa, el futuro tecnológico e industrial de Europa también se mide en la aviación de combate del futuro: ¿eje franco-alemán, producto británico con otros aliados o importación estadounidense?». Aquí acaba la noticia. ¿Nuestros «sabios» nos están ocultando algo? Exactamente, sí. Quieren que España sea un país de camareros y cocineros. En definitiva, el gobierno de Madrid carece de soberanía, y España está sometida a los intereses económicos de potencias exteriores.
El único poder que les queda a las oligarquías autonómicas existentes es el reparto de los impuestos que extraen del pueblo. El reparto del botín. La corrupción y las estructuras clientelares son ingentes. La oligarquía catalana quiere mantener su situación hegemónica y no repartir el botín extraído de Cataluña, y las otras oligarquías mantener sus privilegios, y para ello, mantener la situación actual de reparto de los diezmos. Asistimos a una guerra entre las oligarquías autonómicas, y como todas tienen el mismo interés en explotar al pueblo, intentan resolver sus diferencias de espaldas al pueblo.
La solución, sea cual sea, tendrá unos ganadores y unos perdedores a nivel de oligarquías. Y el pueblo seguirá pagando todo, salvo sorpresas democráticas. Unas oligarquías ganaran y otras perderán. Pero hay un detalle que ha cambiado: los que pagan los impuestos no creen a la altura de 2018 en el Estado Clientelar de las Autonomías. El pueblo, harto del saqueo al que es sometido, y de las chabacanerías del «consenso», «feminismo», «homosexualidad», «xenofobia», y «Valle de los Caídos», puede rebelarse contra ese secuestro democrático.
Tal vez por ello, para evitar la «rebelión» de los súbditos que trabajan y pagan los impuestos, cual siervos de gleba del siglo XXI, los «intelectuales» del sistema, nada opinaron sobre la entrevista publicada en ABC el día 21/05/2018 a Mercedes Alaya, entrevista que pasará a la historia: «PSOE y PP me quitaron por miedo a que investigara los cursos de formación. La juez asegura que la quitaron de en medio <
En conclusión, el desenlace de la lucha entre oligarquías pasa, o bien por el triunfo total de la oligarquía catalana, alcanzando la independencia. Y con ello una implosión o explosión en lo que quedaría del Estado, ya que sin los recursos extraídos de Cataluña, las oligarquías restantes, andaluza, extremeña, castellanas, etc, no se sostienen. O por una reforma constitucional para crear ese nuevo Estado Federal, pero igualmente sin los recursos que reclaman para sí la oligarquía catalana. Con ello las otras oligarquías evitarían la crisis de la secesión catalana, pero se quedan igualmente sin recursos. La derrota de la oligarquía catalana está descartada por la evidencia de los hechos.
Ese es el dilema de la oligarquía catalana, las 16 autonómicas, y la estatal. La UE asiste «neutral» a la guerra oligárquica española. Sus objetivos, de una forma u otra, quedan asegurados.
El actual régimen está en decadencia y la soberanía popular está hastiada de la execrable práctica oligarquía. La historia nos señala lo que acontece en esas situaciones: sorpresas democráticas, que habelas hailas…