El Partido Popular es desde hace tiempo un barco que navega a la deriva. La brújula de Génova no es capaz de enderezar el rumbo, de intentar corregir los malos pronósticos que arrojan todas las encuestas. Un capitán y una tripulación que improvisan, que han perdido sus cartas de navegación, que son incapaces de interpretar la luz de muchos faros que avisan de que la ruta elegida está llevando el barco a un encallamiento del que costará mucho salir. Un capitán y una tripulación incapaces de llegar a buen puerto.
Esta es la foto o radiografía que muchos ciudadanos hacen a día de hoy. Ciudadanos que concluyen que el Partido Popular, de Mariano Rajoy, es hoy un partido sin proyecto político creíble, incoherente y falto de honestidad para con sus electores. Un partido que camina como un zombie a golpe de encuesta y que cada vez más cotiza a la baja, no solo por su gestión política, reflejada en una tramitación tecnócrata con la que aferrarse al poder por encima de principios, valores o ética antaño defendida, sino también por la extensa mancha de la corrupción que desde hace bastantes años ha generado un proceso de destrucción interna que parece no tener fin. Y también como desde la dirección del partido se gestiona escándalo tras escándalo con una torpeza que ralla lo insufrible.
Esa foto o radiografía de la que hablo se puede entender con cuatro asuntos de actualidad, el caso Cifuentes, Cataluña, el PNV y las pensiones.
Lo acontecido con el vídeo y con el master inexistente de la expresidenta Cifuentes y su resistencia numantina, durante algo más de un mes, aguantando los embates provenientes de dentro y fuera de sus filas, apoyada por la cúpula de Génova y por su feudo madrileño, del que es su presidenta, y a la que hace unas semanas muchos ovacionaban en la convención nacional de Sevilla al grito de «Cifu, Cifu, Cifu«, son un nuevo ejemplo vergonzante y bochornoso que aumenta si cabe más la imagen de descrédito que tristemente transmite hoy el PP. No solo Cifuentes tiene la culpa de su triste y humillante final, también son responsables quién o quiénes desde el partido la auparon a la presidencia de la Comunidad de Madrid y no le aconsejaron que dimitiese una vez conocida la mentira con su master. ¿Nadie sabía nada de su pasado? Por lo que parece, algunos sí lo conocían y bien que lo utilizaron. Hoy una parte de este PP no es más que un inmenso lodazal lleno de chorizos, de personajes siniestros e indignos capaces de todo y más. Arribistas que se sirven del partido y a los que se les permite campar a sus anchas mirando para otro lado. Un lastre del que parece muy difícil deshacerse.
Con Cataluña, el Gobierno está deseando como agua de mayo, que se alcance en el Parlament un acuerdo para investir un presidente, para que de una santa vez, la Generalitat tenga de nuevo otro gobierno separatista. Y quitarse de en medio de la mayor amenaza –borrón y cuenta nueva– que tiene nuestra democracia y para desgracia de muchos catalanes, volver al punto de partida, -¡Volver a empezar!, como la película de José Luis Garci-, ya que la idea de unas nuevas elecciones genera en Moncloa cierto desasosiego. Ese deseo no obedece más que a una necesidad de poder brindarle a los nacionalistas vascos la retirada del timorato y tardío 155 y poder así seguir negociando con ellos el apoyo necesario en el Parlamento. Un PNV, que como otros, exige más diálogo con los golpistas y que después del cuponazo, tendrá un incremento del 35% en los PGE respecto a los del año pasado. Dos realidades que hoy ya conocemos.
Lo preocupante, es lo que no conocemos sobre el qué y cómo se están negociando otras cuestiones que siempre han supuesto una línea roja en las negociaciones con Madrid, como son la gestión de la Seguridad Social o la política de prisiones (cuando el río suena agua lleva). Ahí estaba hace unos días el secretario general del PP vasco reclamando públicamente abrir el debate sobre la dispersión de los presos de la banda terrorista ETA. Una reacción al comunicado de los asesinos. ¿Había necesidad de abrir ese melón? Sinceramente pienso que no, por respeto a las únicas y verdaderas víctimas. Quizá se trata de un gesto para normalizar la presencia de los herederos de los terroristas en las instituciones. Lo dejo ahí.
Que decir de Montoro, Dastis, Rajoy…… con sus afirmaciones sobre si hubo o no desvio de dinero público para sufragar el referéndum ilegal del 1-O. O el por qué no acude a las instancias judiciales el Gobierno de Rajoy para recurrir la decisión de la Mesa del Parlament de aceptar la delegación de voto del fugado Comín, que podría garantizar la elección de un nuevo independentista al frente de Cataluña. Será por el deseo que antes mencionaba. Argumento que ha dado alas y oxígeno a los abogados de Puigdemont y que a buen seguro utilizarán en defensa ante la justicia alemana; sin obviar el lugar en el que deja las investigaciones del juez Llarena y de la Guardia Civil. Incluso el abogado del Estado desdice al ministro de Hacienda. Eran tantos y tan complicados los frentes abiertos, como para abrir otros nuevos.
O por qué, tampoco mueve ficha el ministro de educación y portavoz Méndez de Vigo con los odiadores y sectarios profesores que señalaron y humillaron a hijos de guardias civiles. Inacción, quizá por esa estrategia a la que bautizaron con el nombre de «diálogo». A lo mejor de ahí sale la idea de nombrar a dos independentistas al frente de los Mossos. La educación en Cataluña seguirá siendo sectaria, generadora de odio y una herramienta para ideologizar a muchos niños que en el futuro serán los nuevos valedores de esta lacra independentista. El timorato y tardío 155 no ha resuelto nada del problema con la educación. Se encuentra en la misma situación que desde hace años. Lo mismo que la TV3. Ambas al servicio de la ideología separatista. La amenaza perdurará.
Y el último de los asuntos es la liquidación de su propia reforma de las pensiones aprobada en 2013 y que contó con el aplauso de la Unión Europea. También una exigencia del PNV. Reforma por la que cual se deja de cálcular la revalorización de las pensiones en función del IPC, para hacerlo en función del Índice de Revalorización de las Pensiones (IRP) y el Factor de Sostenibilidad (FS). Todo porque no había dinero suficiente para subir las pensiones más de un 0,25% ya que se pondría en riesgo la estabilidad presupuestaria (ingresos y gastos) de la Seguridad Social. Ahora el Gobierno cambia de la noche a la mañana su discurso, quedando en agua de borrajas la defensa de su reforma, para hacer exactamente lo que Sánchez e Iglesias llevan diciendo y exigiendo desde hace meses, volver a calcular las pensiones con el IPC. Ahora sí se puede, ahora parece que hay dinero. Veremos de dónde sale.
Creo que a la dirección del Partido Popular se le agota el tiempo para enfrentarse con urgencia, valentía y determinación a esta cruda realidad. No solo por su problema con la deleznable corrupción, que parece un mal ajeno a la dirección del partido, sino también por causas más profundas que llevan a muchos españoles a perder la confianza y sobre las que es necesario hacer un certero análisis. Causas como a falta de un ideario claro, reconocible y creíble. El abandono de muchas de las políticas que antes eran una bandera atrayante del PP y con las que se identificaba casi todo el electorado de centro-derecha. Un preocupante inmovilismo y ausencia de iniciativa política a costa de mucha tecnocracia. Una clamorosa falta de coherencia en el discurso actual…
El tiempo apremia. Si quieren seguir siendo la opción mayoritaria para los españoles no hay más remedio que iniciar este camino para volver a conectar con su base social, con su verdadero electorado. Lo contrario supondrá poner en riesgo la supervivencia de un partido sumido en el descrédito.