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martes, abril 15, 2025

El PCE (1933-36)

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Nos encontramos en noviembre de 1933. Ha habido elecciones a Cortes y, ¡horror!, no gana la izquierda. Pierden los que habían «traído la República», y los principales dirigentes de los republicanos de izquierda, nada más conocerse los resultados electorales, encabezados por Manuel Azaña, presionan a Niceto Alcalá Zamora, presidente de la República, para que convoque nuevas elecciones antes de que se constituyeran las Cortes recién elegidas. ¿Por qué?… porque no habían ganado los que tenían que ganar.

La coalición de derechas obtuvo 158 diputados (115 de la CEDA, 30 de los agrarios y 13 independientes). Los monárquicos 39 (20 de los tradicionalistas, 14 de los alfonsinos de Renovación Española, 4 independientes y otro del Partido Nacionalista Español). Uno de Falange Española. Mientras que el centro/derecha y el centro obtuvieron 138 diputados (102 el Partido Radical, 17 el Partido Republicano Conservador, 9 el partido Liberal Demócrata, 3 del partido Republicano Progresista, 2 del Partido Republicano de Centro y 5 independientes). Los regionalitas y nacionalistas de centro y derecha 37. La izquierda marxista obtuvo 63 diputados (59 el PSOE, 3 de Unión Socialista de Cataluña y uno del PCE). Los republicanos de izquierda consiguieron 13 escaños (5 de Acción Republicana, 4 de los federales, 3 el Partido Radical Socialista Independiente y uno el Partido Radical Socialista). Y los nacionalistas de izquierda 24 diputados (17 ERC, 3 el Partido Republicano Gallego y uno UR).

Se había producido un vuelco espectacular respecto al resultado de las elecciones a Cortes Constituyentes… y se acabó la fiesta izquierdista. Alcalá Zamora encargó a Lerroux del Partido Radical la formación de Gobierno que fue apoyado por Gil Robles y su CEDA. En octubre de 1934 Lerroux decide incluir en su Gobierno a tres ministros de la CEDA. Algunos en el PSOE planteaban la idea de una insurrección popular para recuperar lo que las urnas les había negado. El 25 de septiembre ya se anunciaba en El Socialista: «Renuncie todo el mundo a la revolución pacífica; bendita sea la guerra». Y dos días más tarde añadía:

«Las nubes van cargadas camino de octubre. Repetimos lo que dijimos hace meses: ¡Atención al disco rojo! El mes próximo puede ser nuestro octubre. Nos aguardan días de prueba, jornadas duras. La responsabilidad del proletariado español y de sus cabezas puede ser enorme. Tenemos nuestro ejército a la espera de ser movilizado. Y nuestra política internacional. Y nuestros planes de socialización».

El Partido Comunista, por su lado, propuso la declaración de la huelga general en toda España como medio de impedir la entrada de la CEDA en el Gobierno, pero el Partido Socialista rechazó esta proposición ya que «había anunciado a los cuatro vientos que la entrada de la CEDA en el Gobierno sería la señal para la insurrección y había instruido a todas sus secciones en este sentido».

El PCE tenía muy claro que el manual del buen marxista enseña que no se puede jugar a la insurrección sin garantías, que para que esta triunfe son necesarias unas premisas que en aquel momento aún no se daban. Pero los comunistas, pese a las discrepancias sobre los métodos y los tiempos se subieron al carro socialista, «no pensaron ni un momento en quedarse al margen de la lucha, sino que se entregaron a ella con verdadero fervor, dedicándole todas sus fuerzas, su entusiasmo y su experiencia, sin reparar en riesgos ni escatimar sacrificios».

La insurrección tuvo un seguimiento muy desigual y fue controlada por el Gobierno. Sin embargo, hubo dos territorios donde las jornadas de octubre tuvieron un especial significado: Asturias y Cataluña.

Historiadores tan diversos como Salvador de Madariaga, Carlos Seco Serrano, Sir Raymond Carr, Edward Malefakis, Gabriel Jackson, Gerald Brenan, Richard Robinson, Stanley Payne, Jesús Palacios, Carlos M. Rama y Ricardo de la Cierva han descrito octubre de 1934 como «el preludio de» o «la primera batalla de» la Guerra Civil.

Pero ¿qué supuso para el PCE? . . . una oportunidad. La de atraer a su estrategia a las fuerzas de izquierda y reabrir la herida interna del PSOE, alentando a los radicales y acorralando a los moderados. Y con esas nos plantamos en 1936.

Después de muchas negociaciones se llegó a la elaboración de un pacto en enero de 1936. El denominarlo «Pacto del Bloque Popular» era un reconocimiento de la influencia que había adquirido el PCE.

El Frente Popular, en febrero, obtuvo «oficialmente» 268 diputados (158 republicanos, 88 socialistas, 17 comunistas), contra 205 de la derecha y del centro. Gracias a Manuel Álvarez Tardío y Roberto Villa García conocemos el calibre del fraude cometido: al menos 50 actas de diputado se adjudicaron indebidamente al Frente Popular. Cuánto dolor y sufrimiento se habría ahorrado España sin el fraude y la violencia en las elecciones que no ganó el Frente Popular.

Los revolucionarios caballeristas predicaban el objetivo de la «bolchevización» del socialismo español, de convertirlo en un «instrumento revolucionario» como había sido el bolchevismo ruso en 1917.» El caballo de Troya, con la panza repleta de comunistas, estaba intramuros del PSOE aguardando su oportunidad y dos meses después de la cita electoral el partido sufrió la madre de todas las emboscadas.

Cuando los radicales comprobaron que el PSOE no se bolchevizaba adecuadamente unificaron la Juventud Socialista y la Juventud Comunista en una sola organización, lo que tuvo lugar el primero de abril de 1936 fue el alumbramiento de la Juventud Socialista Unificada. La nueva entidad juvenil encabezada por Santiago Carrillo (secretario general), Trifón Medrano, Fernando Claudín y otros santos varones, proclamó que su objetivo era organizar y educar a la joven generación «en el espíritu de los principios del marxismo-leninismo». La segunda realización unitaria fue la creación del Partido Socialista Unificado de Cataluña (PSUC), que tuvo lugar el 23 de julio de 1936, como resultado de la fusión de cuatro partidos obreros: el Partido Comunista de Cataluña, la Sección Catalana del PSOE, la Unión Socialista y el Partido Proletario. Al constituirse, el PSUC dio su adhesión a la Internacional Comunista.

El Partido Comunista de España, dirigido desde Moscú, contribuyó con todas sus fuerzas a la creación de la JSU y del PSUC. En ningún otro lugar de Europa la política marcada por el VII Congreso de la Internacional Comunista se había plasmado en logros tan deseados como la creación del Partido Socialista Unificado de Cataluña y de la Juventud Socialista Unificada. Con estos éxitos el PCE dejará de ser un partido minoritario, al lograr absorber unas colosales Juventudes que, dicen, contaban con 100.000 afiliados en unos momentos en los que el PCE no pasaba de los 30.000.

Mientras tanto la insostenible situación política del Gobierno, salido de las fraudulentas elecciones del 36, llenaba las calles de violencia. El asesinato del dirigente político monárquico, Calvo Sotelo, en el que «el Partido Comunista no tuvo ni arte ni parte, ni de cerca ni de lejos», dio inicio al alzamiento, o a la sublevación según gustos y colores, del 18 de julio.

Los dirigentes republicanos moderados trataron de pactar con los sublevados. Tal fue el significado del intento de Martínez Barrio de formar un nuevo Gobierno el 19 de julio, después de la dimisión de Casares Quiroga, pero «los trabajadores que habían derrotado a la reacción en las elecciones de febrero hicieron acto de presencia en la calle», orientados y animados por el Partido Comunista, para exigir del Gobierno y del presidente de la República que el pueblo fuera armado. El PCE no dudó un instante en que la negociación con los rebeldes, y un posible acuerdo que evitase el enfrentamiento, fuese conveniente. Los radicales volvieron a torcer el brazo a los moderados y José Giral formó Gobierno, sin olvidarse de armar «al pueblo».

En esa lucha tan deseada, «contra los fascistas», se ocuparon desde el primer instante los dirigentes comunistas. «Allí estaban José Díaz, Dolores Ibárruri, Vicente Uribe, Pedro Checa y Antonio Mije. Junto a los comunistas, rivalizando en heroísmo, combatieron los dirigentes de la JSU: Santiago Carrillo, Medrano, Claudín, Cazorla, Melchor, Gallego, Andrés Martín y Lina Odena».

Aquí lo dejamos hoy, fracasado el golpe militar, iniciada la Guerra Civil.

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