Una vez más, elecciones en Italia, y Luigi di Maio, candidato a primer ministro por el Movimiento 5 Estrellas, está eufórico. Su partido ha sido el más votado con el 32% de los sufragios; (junto con el ultraderechista Matteo Salvini), el gran triunfador de la noche; y a pesar de la dificultad para formar gobierno, sería justo proclamarlo Emperador de la «Nuova Repúbblica del Cambiamento».
Este napolitano de 31 años ha pulverizado todos los records en la vida pública italiana pero a base de descuartizar muchos de los mantras que se le presuponían a la formación por la cual se ha presentado.
El M5S fue un movimiento fundado por el «cómico» Beppe Grillo en el año 2.009, precursor del 15 M de España y de la Syriza griega, se presentó como una formación euroescéptica y garante de la denominada democracia directa, pero sobre todo como la fuerza de izquierda radical por excelencia. El sueño de Grillo, salir del banquillo como Tsipras. Pero las normas del partido y su avanzada edad le impidieron seguir.
El 23 de septiembre de 2013, un jovencísimo Luigi di Maio, fue elegido líder del M5S y se mantuvo expectante, pero su formación empezó a generar ciertas dudas, sobre todo tras el sonado fracaso de sus correligionarios helenos y el progresivo deterioro de Podemos y de su «líder» en España.
Di Maio no podía acabar igual que Pablo Iglesias y analizó rigurosamente los errores de la izquierda antisistema y radical en general, y de la española en particular, descubriendo que paradójicamente el fallo estaba en los conceptos izquierda, radical y antisistema. Así que le aplicó una vuelta de tuerca a su imagen, a su estrategia, a su mensaje y a sus objetivos.
Los representantes de M5S se despojaron de las melenas, la mugre y la ropa sucia; de hecho el propio Liugi se hizo acompañar de la refinada Silvia Virgulti, antítesis de Irene Montero. Ahora los comunistas usan impolutos y elegantes trajes de corte italiano.
Durante los mítines se camufló la denominación «sinistra (izquierda)» para así constituir un partido atrapalotodo, todo ello contrariando la suicida deriva de un Pablo Iglesias totalmente abducido por los bolivarianos.
Di Maio ha suavizado su discurso, ya no es radical, no hay soflamas como: «expropiar es democrático», «no vamos a pagar la deuda», «a cazar fachas», «quememos las catedrales», ni frases Cheguevaristas como «el cielo no se toma por consenso, se toma por asalto». Al contrario que Podemos, M5S no parece obsesionado por contralar a los jueces, ni por señalar a la prensa hostil, ni chuza militares en sus filas; aparentemente solo quiere gobernar para transformar Italia en paralelo a una revolución social. En el fondo, seguramente, M5S son muy parecidos a Lenin, Castro o Chávez pero su capacidad de mimetismo con la normalidad democrática y el sincretismo con la izquierda moderada les ha hecho triunfar, mientras que Iglesias jamás consigue camuflar su tufo a revolucionario bolchevique.
Por último, otro elemento fundamental fue sacarse el sambenito de formación antisistema, precisamente la solidaridad entre territorios italianos es su gran contribución a salvar el «Sistema de Nación para Italia», amenazado por la Liga Norte y la insolidaridad de estas regiones por encima de Roma. Esto ha impulsado electoralmente a M5S en el Sur del país. Di Maio, justo ha seguido la estrategia contraria a la de Podemos en Cataluña, donde se aliaron con los separatistas: fuera de la ley, insolidarios y xenófobos. Es más, ahora el Movimiento Cinco Estrellas, ya no se declara tan antieuropeo, hábilmente su nuevo demonio es Donald Trump. Sin embargo los de aquí erre que erre con la troika.
La paradoja es que Podemos fue M5S antes que el propio partido italiano,… en Vistalegre II Iñigo Errejón quiso darle a Podemos un aire tal cual Di Maio…. Pero no pudo ser, el prepotente y cegato estalinismo de los oficialistas impidió la evolución de este partido en post de la modernidad y la moderación, le frustró su conectividad con el activismo racional, dejó de competir con la socialdemocracia tradicional, utilizando precisamente la socialdemocracia más genuina para fagocitar al desgastado Partido Socialista; en definitiva, Iglesias boicoteó el bastimento de un partido «Alternativo de Gobierno», con otro líder al frente, seguramente un más depurado Errejón, que al igual que Di Maio, se acompaña de una primera dama que suma.
Ahora, parte del electorado de Unidos Podemos envidiará al Movimiento 5 Estrellas y entenderá donde se asientan las claves de su éxito.
Para empezar a Podemos le hará falta un candidato sofisticado, que no asuste a los empresarios ni al capital, que no diga burradas, que no caiga en anacronismos, que respete la unidad de su país, que reniegue de las malas compañías como Nicolás Maduro, que se sacuda a la izquierda pleistocena de Garzón, y sobre todo, necesita un cabeza de cartel que se ponga traje y corbata, ¡y que le siente bien!. Y ese no puede ser Pablo Iglesias.
El único traje que se pondrá el actual dirigente de Podemos será un sudario político.