Con la actualidad política me viene a la memoria una intervención en la Comisión de Defensa del Congreso de los Diputados del que fuera Portavoz de Cultura del Grupo Popular, Juan de Dios Ruano, en la que disertaba sobre la figura del héroe de la Armada Española, Blas de Lezo. Siete minutos de historia que el honroso exdiputado Ruano relató con su exquisita, pausada y entendible oratoria.
Durante los próximos días y semanas volveremos a escuchar muchas referencias a Lezo, a secas, sin Blas. No para dar a conocer más datos históricos sobre la figura del heroico almirante que tuvo nuestra Armada Española, sino para referirnos a un nuevo caso de la tan detestada corrupción política que tanto está minando y dañando la imagen del Partido Popular y que parece no tener fin. Hoy en una conversación de cafetería escuchaba a un ciudadano preguntarse cuántos casos más saltarán a la palestra, a lo que su interlocutor como mucha elocuencia respondía; lo que te rondaré morena. Muy a mi pesar, tengo que aceptar que la contestación es acertada. Tenemos corrupción para rato. Cada día nos levantamos con un nuevo procesamiento, una nueva detención o un nuevo investigado. No solo cercano o perteneciente al PP. No es de extrañar, que la segunda preocupación de los ciudadanos después del paro, sea la corrupción y el fraude, según el último barómetro del CIS.
Ante este nuevo caso de corrupción en las filas populares se puede percibir que hay una sensación de rabia contenida, indignación, impotencia, hartazgo y hasta cierta resignación por parte de la sufrida, trabajadora y comprometida militancia popular, que sobre todo y ante todo es honrada. Una nueva salpicadura de las cloacas de la corrupción en las que algunas personas se han movido durante años con total impunidad, valiéndose del partido y de su condición de servidor público para delinquir y mancillar la honorabilidad de una organización, hoy bajo la sospecha permanente, así como la de muchas personas honestas que dedican su tiempo y esfuerzo a defender los principios y valores de una opción ideológica en la que creen y con la que tratan de contribuir a mejorar el país y el bienestar de los ciudadanos. Es del todo injusto pretender meter a toda la militancia y miles de cargos públicos honestos del Partido Popular en el saco de la corrupción. Ante el interés por parte de muchos de querer trasladar esa imagen, otros nos rebelamos.
Cierto es que durante mucho tiempo no se ha sabido o no se ha querido actuar con contundencia ante ciertas actitudes y comportamientos. Ese ha sido el principal problema. Se ha mirado para otro lado con cierta pasividad, permisividad y en algunos casos complicidad. Ojala hace años se hubiera seguido el ejemplo de Cristina Cifuentes, que de oficio denunció ante la Fiscalía la existencia de actuaciones irregulares o presuntas corruptelas entre sus filas, lo que ha desencadenado en la recién bautizada operación Lezo. A buen seguro que otro gallo cantaría. Eso sí es actuar con contundencia y decisión ante la corrupción. Vaya mi enhorabuena por ello.
La corrupción y fraude es un mal sistémico instalado en nuestra sociedad, pero con mayor relevancia mediática en la clase política. Con la presunción de inocencia por delante, que nuestra justicia lenta y en parte politizada, haga lo mejor posible su trabajo y ponga a cada uno en su sitio. El que la hace la paga. Y mientras fiscales, jueces y tribunales realizan su labor, lo que sí debemos de exigir con la cabeza bien alta es que no se pretenda estigmatizar y criminalizar, por las presuntas corruptelas de unos pocos «políticos deshonestos», a miles de personas honradas e inocentes que nada tienen que ver con la corrupción, como se intenta desde otras formaciones políticas y algunos medios de comunicación. Ni es justo, ni es sensato.
