España necesita un gran acuerdo entre los partidos que respetan y defienden todo lo que recoge nuestra Constitución y el espíritu de la transición del 78. Eso debería ser así, fundamentalmente si atendemos a lo que hoy la España constitucional necesita, debido en gran parte a las circunstancias excepcionales que vivimos y por lo que tenemos en contra, que supone una amenaza para el interés general de nuestra sociedad democrática acostumbrada a convivir sin sectarismos e imposiciones ideológicas.
Por un lado unos partidos que desde Cataluña buscan la ruptura, la desconexión de la unidad de España, a través de un «procés«, que sigue dando pasos en la mala dirección, definido e impulsado desde una ilegalidad manifiesta que supone el mayor desafío al orden constitucional desde la instauración de nuestra democracia. Y por otro, un partido radical que afirma, ofreciendo su cara más moderada, representar la socialdemocracia del norte de Europa, pero que en el fondo no simboliza otra cosa más que la agonizante Venezuela de Chaves y Maduro en la que se vulneran los derechos y libertades de las personas, encarcelando a todo individuo que osa discrepar con el régimen establecido. Aquí libertad para los titiriteros, allá represión y cárcel al opositor. Una política radical de izquierdas de corte anarco-comunista acompañada de relaciones y amistades nada recomendables de países sanguinarios donde no se respeta la vida de mujeres y homosexuales.
Hoy los españoles tienen la sensación, más bien diría el convencimiento, de que los grandes partidos se están peleando únicamente por el poder. Que están vacíos de intenciones por alcanzar un proyecto para España y los españoles. Un gran pacto de Estado entre los partidos constitucionalistas ante el Parlamento que hoy tenemos tan atomizado y con una parte de la bancada muy radicalizada.
Un pacto para evitar la ingobernabilidad con un gobierno medio revolucionario, o débil, en el mejor de los casos, que nos puede traer a corto plazo inseguridad e inestabilidad que conllevaría una caída drástica en la actividad económica productiva. Incremento de la prima de riesgo, encarecimiento de la deuda, disminución de los ingresos fiscales, ascenso del paro con el aumento de los mecanismos sociales de cobertura del desempleo que nos conduciría a un desequilibrio en el presupuesto, traduciéndose irremediablemente en un aumento de nuestro déficit público, poniendo así en riesgo el compromiso adquirido con nuestros socios europeos. ¿Queremos volver a la imagen de inestabilidad y desconfianza que de nuestro país tenían las instituciones europeas e internacionales años atrás?.¿Queremos volver al borde del precipicio?.
Pacto alejado de personalismos en el que prevalezca un digno interés por las instituciones y no el interés personal de unos líderes aferrados al poder. Tanto el PP como el PSOE, han venido perdiendo en las últimas citas electorales un importante apoyo por parte de los electores y por lo que se ve, parece que todavía no han entendido los que les hemos querido decir. Deberían de hacer una profunda reflexión. Principalmente el partido de Pedro Sánchez, hoy más cerca del extremismo de otras formaciones, que ha obtenido la cota más baja de representación en el Congreso de los Diputados de toda su historia con solo 90 diputados con los que pretende ser investido Presidente del Gobierno, haciendo gala de ese personalismo al que antes aludía. Un Pedro Sánchez anclado en el NO permanente a pactar con el centralismo del PP y Mariano Rajoy y que es consciente de que, o consigue formar gobierno o se tendrá que ir a su casa.
Un pacto de Estado del PP, C`s y PSOE (hoy los dos primeros van en esa línea) establecido entorno a un acuerdo de mínimos con unos puntos básicos que permitan continuar con la recuperación económica y social, que garantice el crecimiento y el empleo, el estado del bienestar, el Estado de Derecho y la Unidad de España. Un pacto que nos lleve a un Gobierno fuerte y estable que contaría en el Congreso de los Diputados con el respaldo de 250 diputados, frente a los 88 de los nuevos revolucionarios y separatistas. Respaldo que supondría poder legislar desde el diálogo y el consenso para hacer las grandes reformas que España necesita en aras de interés general de los españoles. Salvemos España, las instituciones y nuestro sistema democrático.