Pedro Bazán Castro // Artículo publicado en la revista «Caza ,Mayor». Noviembre 2019
Este año, con la prohibición de caza de corzas y ciervas, con carácter general, en Galicia, el estado de cosas en la gestión del medio natural, es ya inabarcable e inasumible. Podríamos denominarlo fallo sistémico de la administración.
Sobre el poder político campa a sus anchas en la Dir. Xeral de medio Natural, un núcleo del conocido como “ clan de los veterinarios” que ha conseguido paralizar la administración de forma que, cualquier gestión se hace inasumible. La simple expedición telemática de licencias interautonómicas es un trabajo hercúleo que, hace que el cazador gallego la saque en otras comunidades donde, sus funcionarios, sí han sabido y querido tener un programa informático adecuado.
Todo parece estar diseñado por esa extraña mano administrativa, amiga de la Asociación animalista Libera para que, en la administración gallega se haya paralizado todo lo que sería preciso para sostener en un rural vivo.
Se promociona todo lo que nos lleva a un enfrentamiento entre los ganaderos, agricultores, silvicultores y cazadores. La clase política ya solo repite los dogmas que favorecen la comodidad administrativa de quienes los susurran. Se promociona todo lo que favorezca la detonación de la bomba de destrucción del rural tal como lo hemos conocido para que, una vez abandonado, sirva a las veleidades de las ideologías animalistas que han parasitado las capacidades de gobierno de la administración gallega.
LA ORDEN DE VEDAS, UNA GUIA DEL DESPROPÓSITO.
Las conclusiones científicas de la Universidad de Santiago, pagadas por los gallegos sobre, como atajar, con el necesario control de población de corzas, la enfermedad de la thephedemia, se han tirado al retrete por parte de la Dirección Xeral al elaborar una orden de vedas que, con carácter general prohíbe ese control.
Los censos de las manadas de hembras de ciervas que esquilman los aprovechamientos de las Fragas del Eume, no se han tenido en cuenta, quizás en espera que desde esa visión animalista de la administración gallega sea la propia naturaleza la que, con las enfermedades, sea quién de regular las especies. Parece mentira que muchos de esos responsables que, antes ocupaban plazas en sanidad animal, no quieran saber que estas concentraciones pueden ser y serán reservorios de enfermedades que se trasladarán con toda seguridad al ganado doméstico.
Quizás, en el fondo esa sea la oculta intención animalista de esos técnicos que tan efectivamente han “manejado” a los cargos políticos elegidos por el pueblo pero desposeídos de cualquier poder por hacer descansar sus decisiones en “Validos decadentes” poco leales al rural real de Galicia.
Se empieza cazando en batidas y monterías el 24 de agosto cuando el calor hace que se abata un solo jabalí, pero que se espanten veinte. Se molesta la fauna en batidas improductivas que no son más que un auténtico placebo. Por culpa de esta actividad, que no debiera comenzar hasta octubre, cuando ya se haya recogido el maíz, se está provocando un desplazamiento de las piaras del monte hacia esos cultivos. Se aumenta el daño en las cosechas, aunque desde la administración, se vende como una defensa de las mismas.
Saben que están haciendo un daño terrible al agricultor pero les renta más y les da menos trabajo acentuar el placebo publicitario de que es por su bien, para ello, para vender esta idea, tienen la inestimable ayuda de una Federación de Caza que, en Galicia vive a los pies de la mesa de la administración esperando sus migajas para vivir de la subvención y de la competición deportiva que, en nada beneficia al control equilibrado y real de las especies.
En Galicia, la famosa caza social se ejerce sobre el suelo de los propietarios rurales a los cuales, se les está engañando sistemáticamente haciéndoles creer que con más batidas fuera de época se va solucionar todo. No es cierto, se empeora todo.
Se empobrece el rural, se desestructuran las manadas de jabalíes, que se desperdigan y se multiplican los daños y los enfrentamientos entre cazadores y agricultores. Mientras esto se produce, mientras los agricultores y cazadores se enfrentan, ni la Administración, ni su patrocinada Federación, se dan por enterados y miran en otra dirección buscando la ganancia de los que primero han revuelto el río y luego pescan en él.
Pero ahora, ya no cuela, ya se les nota mucho.
LA ORDEN DE VEDAS RESPONSABLE DE ESTOS DESEQUILIBRIOS.
Galicia es de los pocos lugares de España donde la Orden de Vedas autoriza los entrenamientos sobre el jabalí salvaje durante todo el año, a excepción de dos meses a elegir entre abril y junio. Resulta, evidentemente extraño que se autoricen entrenamientos sobre el jabalí en marzo, por ejemplo, justo cuando ha terminado la temporada de caza y cuando están criando la mayor parte de las jabalinas, no todas.
Si analizamos los datos que nos ha ofrecido la dirección General de Tráfico, estadísticamente no se nota una bajada en los accidentes de tráfico desde que termina la temporada de caza. Es evidente que la presión sobre las piaras salvajes en Galicia, se producen en cualquier momento y lugar. No nos extrañemos que las piaras de hembras con sus crías prefieran la tranquilidad de las ciudades y de las cosechas, cerca de las casas antes de sus encames en el monte donde ya no pueden criar con tranquilidad a sus camadas.
Sobran estudios científicos que demuestran esto, https://youtu.be/Kgtu9iwYfM4 pero al igual que con los que concluyen con la necesidad de la caza de corzas, la administración gallega, no está dispuesta a aplicarlos. No se aplica nada que favorezca a la existencia lo más armónica posible, entre la agricultura y la caza social.
La caza social es necesaria para el desarrollo rural, pero no puede aparecer como interlocutor con el dueño de la tierra una asociación deportiva de competición que, con sus actividades y sus concursos fomenta la presión del jabalí en los montes durante todo el año y los desplaza hacia los cultivos, multiplicando los daños irremediables al acentuar con sus campeonatos de rastro sobre jabalí salvaje, no solo con perros atraillados, sino que también con el concurso de jaurías, a la suelta, en diversos puntos de Galicia en plena primavera.
INTERESES ECONÓMICOS DETRÁS DE LAS COMPETICIONES
Estas prácticas deportivas, de competición, pero también de entrenamiento indiscriminado Y diario, favorece la aparición de un negocio ganadero nuevo, no conocido anteriormente “El Ganadero de Cachorros de Caza, “hijos de grandes campeones”.
Una actividad, que en principio no es mala, pero se está desarrollado a costa y pecunio del mayor destrozo de las cosechas de los ganaderos de verdad. Aquellos ganaderos que ven cómo destrozan su maíz para ensilar porque, unos señores, para tener sus cachorros con pedigrí entrenados, provocan daños extraordinarios en las cosechas por espantar jabalíes que de otra forma estarían en muchos casos plácidamente dentro de los bosques si no los molestasen innecesariamente.
LA COLABORACIÓN ENTRE LA CAZA Y LA AGRICULTURA ES NECESARIA.
El centro de la actividad cinegética en Galicia debe de estar enfocado al cumplimiento de cupos que garanticen la mínima molestia a las actividades agrarias porque es sobre los terrenos de los agricultores donde, de forma gratuita, se ejerce esta actividad.
No son compatibles con ello estos concursos federativos que se suceden a lo largo de todo el año.El ejercicio de esta actividad debe realizarse bajo parámetros de efectividad. Es necesario cazar más, molestando menos a los suelos forestales para evitar que se desplacen animales salvajes hacia los cultivos de forma innecesaria.