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sábado, septiembre 28, 2024

Yngwie Malmsteen sigue tirándolo todo por la borda … crítica discográfica

YNGWIE MALMSTEEN – PARABELLUM (MASCOT RECORDS) – Crítica de La Vara de Moisés

Malmsteen sigue tirándolo todo por la borda… Su carrera, su legado, sus fans, ya nada le importa...

Nuevo trabajo del sueco afincado en Miami, nuevo álbum otra vez sin llegar al mínimo requerido, otro insulto a su legado artístico. Un total de 10 temas, 4 cantados, o eso por lo menos intenta, y 6 instrumentales, refritos y ensaladas variadas repletas de sus habituales ingredientes técnico/musicales.

Ya no sé ni por donde empezar, bueno, miento, sí sé por donde comenzar: la producción y el sonido, deplorables una vez más, un insulto a la inteligencia, hasta yo desde mi casa con una verstión gratuita de protools le hubiese sacado más brillo y más consistencia a toda su propuesta musical.

Un desastre absoluto. Malmsteen sigue empeñado en producir sus creaciones desde su propio estudio y, no lo entiendo, o lo que le sobra de guitarrista le falta de técnico de sonido, o sencillamente se quiere reír de todos nosotros. Nada en cuanto a sonido se refiere alcanza el mínimo requerido en una grabación profesional. Las guitarras suena opacas, sin brillo, sin fuerza, su voz retumba a base de ecos desde el averno (casi mejor así), mientras que la batería y el bajo son meros convidados de piedra. En fin…

En cuanto a las canciones más de lo mismo. Qué pena, una vez más, que un tipo con la calidad musical del sueco no sea capaz de crear algo mínimamente innovador, algo mínimamente sorprendente, no sé, un riff con personalidad, una cadencia más versátil, una métrica algo más compleja, algo…

El inicio con «Wolves At The Door» es un jarro de agua fría, un tema cantado sin fuerza, con un estribillo que parece que ya lo has oído mil veces y con unas dinámicas tristes y apagadas. «Relentless Fury», si seguimos hablando de canciones cantadas, tiene algo más de personalidad, en este caso jugando a ser un medio tiempo chisposo, con unas líneas melódicas algo más atractivas, pero con un trasfondo corroído por el paso del tiempo, con la mismas bases rítmicas que hace 30 años, con el bajo apagado y la batería programada. «Presto Vivace in C# Minor» y «(Si Vis Pacem) Parabellum», ya entrando en harina de los instrumentales, recuperan al Malmsteen más ególatra, sin cambios, sin novedades, tirando de influencias neoclásicas, escalas armónicas, frigios dominantes y arpegios disminuidos por doquier, todo tocado a la velocidad de la luz, con destreza y maestría, pero sin alicientes. Sí, sigue siendo mágico todo ese soniquete que sigue consiguiendo crear como nadie, pero ahora sí ya llega a ser aburrido…

y lo dice quien lleva siguiendo al dedillo la carrera del sueco desde hace más de 30 años. Recuperando de nuevo los cortes cantados aparece «Eternal Bliss», esa especie de imitación china de su gran, extraterrestre diría yo, «Dreaming», de nuevo con guitarras acústicas arpegiando una armonía muy similar, con un sonido horroroso, dicho sea de paso, y con una línea vocal que suena a croquetas de cocido del día a anterior, conducida irremediablemente al pozo de los recuerdos gracias a una interpretación desastrosa al micro del propio Malmsteen, afinado y reafinado gracias al autotune.

«Toccata» es más de lo mismo, la reversión número 524 de cualquiera de sus cortes instrumentales, bien ejecutada, impecable técnicamente hablando, pero lo mismo de siempre, lo mismo que «God Particle», en este caso deudora de dos cortes como «Black Star» y «Far Beyond The Sun», es cierto que con un motivo central u obstinato algo más chicloso de lo habitual. «(Fight) The Good Fight» se presenta como el cuarto y último tema cantado, en este caso con más de 6 minutos de duración, con una acústica como intro que parece tocada desde la caverna de Platón, para a posteriori regalarnos un riff que parece la versión 2.0 de aquella joya que fuera «Vengeance», otra vez con unas líneas de voz que parece que ya hayan sido oídas antes, que de seguro hubiesen tomado otro cuerpo y otro brillo en la garganta de algún vocalista de postín.

Y para finalizar «Sea Of Tranquility», más de 8 minutos de pieza instrumental, en este caso probablemente de lo más atractivo del plástico, aunque se vuelva a manejar en los mismos compases rítmicos de siempre y vuelva a utilizar los mismos recursos técnico/musicales que lleva utilizando desde sus inicios.

Qué más decir… Otra desilusión más, otra piedra en el camino, otro reguero de cristales rotos…

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