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jueves, marzo 21, 2024

Valdivielso, un maestro del Siglo de Oro en la Costa da Morte

– Rafael Lema-  EL TEMA NAVAL EN EL AUTO SACRAMENTAL – Acceder al capítulo anterior

El gran autor religioso barroco José de Valdivielso publicó en 1622 «Doze autos sacramentales y dos comedias divinas», y uno de los tres originales conservados se halla en mi biblioteca familiar en Ponte do Porto. Seguimos sometiendo este ejemplar a un análisis tras el estudio de uno de los autos, El peregrino, en este Año Santo Jacobeo en donde es acertado tratar sobre la literatura odepórica. Ahora nos centraremos en analizar algunas referencias marinas de una obra que recoge un inventario de los autos que su autor fue llevando a la escena a principios del siglo XVII, y que presentó a la aprobación de la censura en septiembre de 1620. Entre los licenciados que lo autorizan vemos la firma de Diego Vela y Vicente Espìnel.

Como nota curiosa sobre el original en mi poder, decir que sabemos el nombre de un primer propietario, Antonio Canosa y Lado de Santiago de Ameixenda (Cee). Posiblemente clérigo, tratante de encaje, y aficionado al teatro. Por las acotaciones y dibujos que presenta el libro al menos su dueño debió de llevar a la escena un auto, El Phenix de Amor. Solían representarse en fiestas como el Corpus, una vez al año. El último propietario conocido antes de llegar a manos mi antepasada doña Juana Pazos era el rector de Ameixenda, vecino del lugar de Lamas, Cristobal Canosa. Hace anotaciones suyas entre 1856 y 1871. En fin, estas populares piezas dramáticas del Siglo de Oro llegaron también a la Costa da Morte.

Para finalizar este primer acercamiento a las obras de Valdivielso, que también fue peregrino a Santiago, trataré sobre la incorporacion al género de una serie de términos navales que asimismo denotan el concimiento de la materia del autor y su curioso uso ante el público popular que acudía al teatro de comedias, o a la plaza pública el día de autos. No pocos serían soldados (licenciados o bisoños), arrieros a los puertos, futuros indianos. Una vez más nos aporta una imagen de una España abierta al mar, que conocía y reconocía el mensaje, a donde les llegaban las referencias de héroes marinos y batallas, de la constante amenaza corsaria y los sueños de tesoros ultramarinos. No son ni mucho menos raros los textos con temas marinos en el teatro del Siglo de Oro.

Valdivielso hace alarde de saberes náuticos en la descripción de las naves de la Iglesia y las naves diabólicas. La nave de la Iglesia es un símbolo clásico en la tradición católica, que arranca del arca de Noé y la barca de Pedro (La Iglesia Sitiada de Calderón). El mismo templo es una nave. Si Valdivielso enfrenta carros divinos y diabólicos en El peregrino, ahora de nuevo a golpe de versos, como una regueifa popular, usa las naves en Los cautivos libres o La amistad en peligro. En éste último auto nos describe la nave celestial (v. 900 y ss.):

ENVIDIA Al turbado mar del mundo

vuelve los ojos, Pereza.

Verás que el hombre se embarca

en la fletada galera.

Lleva por patrón la gracia;

por piloto un pastor lleva,

y en la cámara de popa

por su capitán la Iglesia.

Son los doce de la boca

Guzmanes que la defiendan,

de solas lenguas armados,

que son sus armas las lenguas.

Mártires son los soldados,

todos con armas diversas:

garfios, navajas, parrillas,

aspas, dardos, fuegos, flechas.

Los remeros son doctores,

que uniformemente reman

en vez de remos, con plumas,

con que más que el viento vuelan.

Por su seguridad

lleva reforzadas piezas;

por pólvora, furor justo;

por balas, divinas letras;

por árbol, el de la vida,

donde fue la vida muerta.

Por jarcias lleva rosarios,

cintas, cordones, correas.

De los ángeles las alas

la van sirviendo de velas

en cuyos senos aspira

con su aliento el sacro Neuma.

En la gavia aquella virgen,

cuyo nombre es bien que tema,

que antes del parto y en él

y después dél fue doncella.

Los grumetes son meninos

que acompañan la Inocencia

que, a mi pesar y al de Herodes,

hasta el mismo cielo trepan.

Va por lastre la humildad,

a quien sigue la paciencia.

Es la verdad la crujía;

cómitre la diligencia.

No que ejercita el rebenque,

que nadie forzado rema,

mas porque experimentado

a los bisoños ordena.

Lleva por matalotaje,

pan, bizcocho y carne fresca,

todo lo que desde el cielo

vino a ser lo que no era.

Por contraste a la nave celestial, opone la nave diabólica. En La amistad en el peligro, aparece la nave diabólica del deleite (v. 952 y ss.):

PEREZA En otra galera mira,

de coral, nácar y perlas.

Por velas, vanas espumas;

desnuda la Venus bella,

niños amores remando,

en vez de remos con flechas,

con que las ondas abrasan

y con que los aires yelan.

Mira Cupido a su lado,

que lazos tira y saetas,

desnudo porque desnuda;

ciegezuelo, porque ciega.

Tras la hermosura gozada

va lloroso, a la ligera,

el triste arrepentimiento

que siempre viene tras ella.

El deseo es el piloto

que el timón rige y gobierna;

su patrón es la mentira;

su capitán la pobreza.

Son los soldados pesares,

celos, desdenes, sospechas,

dolores, quejas, desvelos,

lágrimas, iras, dolencias.

Mira, Invidia, que por lastre

van corazones de piedra

que ya por su obstinació

mudaron naturaleza.

El árbol es el de Adán

con manzanas y culebra;

por jarcias, telas de araña

porque así son sus promesas.

La muerte viene en la gavia

que harta siempre

y siempre hambrienta,

descubre tierra sin ojos

y da voces: «¡Tierra, tierra!»

En la cámara de popa,

porque el Hombre no le vea,

va el infierno que es el postre

deste hechizo y hechicera.

Son los grumetes amantes,

que por escalas y cuerdas,

rotos, subiendo y bajando,

no alcanzan lo que desean.

A la galera de gracia,

que viento en popa navega,

la galera del deleite

quiere acometer ligera.

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