– Rafael Lema –
La genial pintora mexicana Frida Kahlo tuvo como último amante al editor gallego Alejandro Campos (Alejandro Finisterre). De esta relación venían enseñando material epistolar, cuadernos, dibujos y pinturas que la autora le entregó entre 1953 y 1954, y anunciamos este mes el descubrimiento de un nuevo cuaderno de amor y desamor. De despedida y reproche a otro amor oculto, el del pintor catalán José Bartolí, que la abandona en 1949 para irse a Nueva York, y abrazo al nuevo amor que lo venía a sustituir, el gallego Alejandro Finisterre.
En estas letras Frida nos muestra la importancia que tienen tres exiliados republicanos en su vida: Bartolí, Finisterre y Ricardo Arias. El último aparece mencionado tres veces, hasta ahora sus biógrafos sólo tenían una cita suya. En la introducción nos explica Frida: «En mi vida amorosa hay algunas cosas raras o chispas como el hecho de haber tenido dos Alejandros (Gómez A. y Finisterre) o el hecho de haber tenido tres baturros de mis amantes, tres que amo con mi vida, dos que ya tomaron su distancia (Bartolí y Ricardo) y otro que llega ( Alejandro).
El amor de Alejandro Finisterre
Con Alejandro Campos consiguió olvidar a Diego Rivera y Nickolas Muray. Eso dice Frida, considera a A.F. «imprescindible», por él su vida se hizo «de otra manera». El cielo le hacía cosquillas y cuando posee su «cuerpo firme y seductor, no hay otra manera de tocar la puerta del paraíso». Claro que a Diego, pese a las crisis y faltas, nunca lo podrá evitar, los dos se necesitan. Ella dejó anotado que tuvo dos grandes golpes en su vida, el fatídico accidente de tráfico de 1925, y Diego.
En cuanto al fotógrafo húngaro Muray, a estas alturas ya lo tenía olvidado, su relación amorosa terminó en 1940; pero no su amistad y el apoyo que el fotógrafo de moda siempre prestó a Frida. En 1948 fue más firme otro amante, oculto durante décadas, el pintor español José Bartolí.
A este sí sustituye por Alejandro, desde 1949, con gran dolor por la marcha del catalán, su abandono. Bartolí se centrará en su reconocida carrera y en su vida en EEUU. Hombres y mujeres pasaron en esta etapa por la vida de Frida con frecuencia, amantes de circunstancias, tragos livianos de pulque; se entrega en el tramo final de su vida, como ella sabe y escribe, a su gran amor, a su Alex. Es el presente, el sueño del futuro. En un cuaderno oculto documenta este tránsito, del desamor por la marcha de Bartolí y el sueño del nuevo amor con el gallego.
La lista de amantes de Frida Kahlo
Además de la caja pintada Frida envió por el viejo chófer Manuel a A.F. dos pequeños retratos de ambos, en forma de un díptico familiar para su mesa de noche. La imagen de un Alejandro joven, de cuello blanco y corbata, nos recuerda otra foto inédita que ella colocó en su diario de recetas de cocina, rodeada por una orla.
Y una conocida foto de la época del editor, en el mismo encuadre, peinado y cuello. Frida recalca su apariencia racial, con las cejas marcadas tal alas de ave marina, rostro serio de mujer que añora y espera. Se aprecia el cuello de un vestido carmesí tradicional, sus siglas en el espacio inferior, a la derecha, en plata (F.K.); un gran aro dorado en su oreja, quizás un regalo del amante, una señal de anillo de compromiso. Su cabello recogido y crecho, con un original turbante violeta.
Recuerda el que luce en el mural pintado por Rivera en 1948 en el Hotel del Prado, donde Diego se representa a sí mismo como niño, mientras la mano derecha de Frida descansa protectoramente sobre su hombro, y en la izquierda porta una manzana mordida. O el tocado de una foto de 1948 con tres de sus alumnos, los fridos. Las violetas abundaban en la casa familiar de Coyoacán, como le escribe en una carta Frida a su amor juvenil, Alex, en 1925: «El sábado te llevaré tu suéter y tus libros y muchas violetas, porque hay cantidades en la casa…»
El Doctor Villafuente
Y con la caja y los retratos le entrega a A. F. una libreta de notas de su doctor Efrén Villafuente, cuyas páginas aprovecha Frida para verter al amado gallego confesiones de su forma de amar, con la inclusión de su lista de una veintena de amantes, los que ella considera más importantes en su vida, en su memoria. Tras Diego Rivera siguen los dos Alex de su corazón. El primer y el último amor. Se trata de un verdadero hallazgo para ir completando la biografía de una de las grandes figuras del arte hispano.
El doctor Villafuente era médico del hospital Benito Juárez de México DF. Tenía su consultorio en la calle República Argentina, 97, y su domicilio en Colima 302 B. Frida explica a A.F. que aprovecha la libreta de recetas porque no tenía papel, ya que estaba sin mosca (dinero); la «mosca sigue sin volar». Como en la carta en donde le anunciaba el envío de estos objetos privados, da cuenta de su bisexualidad, y su arrebatado sentir: «Amo con pasión delirante al hombre y a la mujer».
O: «Mucho yo he amado en esta recanija vida…No tengo distingo entre macho y hembra al momento de satisfacer y gozar. Para mí es igual. Lo importante es el amor para saber que estoy viva». Palabras especialmente vibrantes cuando ve los caminos a la montaña abierta de la muerte por los que cabalgan los jinetes heridos de los corridos y se ata al deseo de amar a Alejandro, como un manantial renovador, una fuente de la eterna juventud. Ilustra algunas páginas de forma descuidada, esbozos con rostros femeninos y masculinos unidos, calaveras en medio, la vida y la muerte cotidianas de la cultura mexicana. Y expone una apropiación plena y consciente de los años vividos, de las pasiones de su carne abierta en canal para su amante, porque «Me gusta lo que soy». En esa ansia de vivir por encima de todo recordamos la frase del dorso del lienzo que regaló a su primer Alex en 1926, su primer autorretrato: «Heute ist Immer Noch» (Aún existe el ahora). Siempre existe para los enamorados.
A él se ofrece con la esperanza de ser objeto de su atención: «Soy la mujer perfecta a quien amar, un suspiro, un jadeo en la madrugada», por eso «Espero que me mates de amor algún día de estos». El amor logra que «tu mente se nuble hasta que parece que eres capaz de pensar en nada y entonces eres feliz».
Deliberadamente feliz, en la nube necesaria para desprenderse de todo y tenerlo a él, tenerlo todo, cuando en ese estado «no hay falsas mojigaterías, ni tabúes, ni ley o costumbre que te ponga límites». Solo ella, su cuerpo y el de su pareja conforman los marcos de la pasión amorosa, porque ella le da «lo que el cuerpo pide», la «realidad fascinante». Ella entrega su intimidad a su amante porque así piensa obtener su comprensión, le dará a conocer que le quiere a su lado día y noche para amarla «con desenfreno, lujuria y perversión». Son pensamientos para él. Cuando se aburra de ellos puede quemarlos en la pira del tiempo y el desamor.
Del mayor interés en la biografía de Kahlo es la lista de amantes que aporta en una página, por los que calla y por la clasificación de su estima. En fin, se trata de una confesión en los meses finales de su vida, llegada de su propia mano, un recuento directo de sus recuerdos, de la memoria de un corazón sin intermediarios. A destacar que en los últimos años de su vida buscaba más la amistad y amor de las mujeres, en buena medida por unas limitaciones físicas cada vez más agudas. Así es posible que la presencia inmediata de las últimas mujeres desprendieron de la nómina otros nombres, sobre todo hombres, que sabemos pesaron y mucho en su biografía. 18 nombres (aunque repite uno, y falta un número) escribe en el envés de la hoja y otros tres en el revés, a muchos dedica palabras llenas de ardor o dibujos de marcado corte erótico, sin sutilezas.
La mayor parte son amantes bien conocidos, aunque en la relación hay dudas sobre algunas menciones. Para el público en general se apunta de nuevo la sorpresa de Alejandro Finisterre, cuyo descubrimiento nace de nuestros artículos del otoño de 2020. El inventario demuestra lo importante que fue para ella, su última pasión amorosa, su último latido de vida y esperanza. Es preciso anotar asimismo la relevancia que tienen en el registro los tres exiliados españoles (Alejandro, Bartolí, Ricardo Arias), siguiendo a Diego y a su primer novio de juventud. Los dos primeros seguían en el limbo hasta recientes fechas, al descubrirse las cartas guardadas por parientes, y apenas una cita en una demanda de trabajo quedaba del tercero.
Sexualmente precoz
Bien alto corona el listado su marido Diego Rivera, en el número uno. El 2 corresponde a «Alex 1- Gómez Arias). Alejandro Gómez Arias, el primer amor en su época estudiantil. Se enamoran en el verano de 1923 y rompen en 1927. Ella se convirtió en la «mujercita» de Alejandro, además de ser su cuate. Él recordaba: «Frida era sexualmente precoz. Para ella, el sexo constituía una manera de disfrutar de la vida, una clase de impulso vital».
El tercero es para «Alex 2. Fin de Tierra». Su Alejandro Finisterre, el complejo y desconocido affaire que fuimos descubriendo en el año de la pandemia. Son los dos Alex de su vida, el primero y el último gran amor.
El 4 es «Bartolí», el pintor catalán José Bartolí. El exiliado español, según esta libreta de notas, le hizo temblar las rodillas, cayó y olvidó respirar. Con él sintió que el mundo era más ancho e inmenso, porque «Te amaré en el letargo de una noche llena de insomnios», le dice, entre otras declaraciones sensuales vertidas en varias páginas. «¡Qué no te diera!», exclama. Josep Bartolí i Guiu ( Barcelona, 1910 – Nueva York, 1995) fue un sindicalista, pintor, escenógrafo, dibujante y escritor barcelonés que intentó ocultar durante su vida su romance de varios años con Frida, algo que salió a la luz tras su muerte y la publicación de su correspondencia privada.
Ricardo Arias Viñas
En el 5, «R. Viñas A.». Se trata de Ricardo Arias Viñas, un exiliado español de 34 años al que conoció en su apoyo a la causa de los huidos de España por la guerra, con el que mantuvo una intensa y pública relación en 1939 y al que buscó trabajo en la Ford M. C. México. Es la etapa de ruptura con Diego que le lleva a la separación.
En el 6, «Lucha Reyes». La racial mariachi y actriz mexicana Lucha Reyes, nacida en Jalisco y muerta por sobredosis de medicamentos (1906-1944), fue llamada la reina de la canción ranchera, actuando sobre todo en teatros y carpas, pero también en filmes nacionales. Su voz rasgada, rasposa, era una marca de un estilo inconfundible y famosas fueron asimismo sus borracheras y pendencias, compartiendo con Frida largas jornadas de juerga. En 1941 actúa junto a Jorge Negrete y Gloria Marín en una de las más populares películas de aquellos años, «Ay Jalisco no te rajes». Salía cantando con una botella de tequila en la mano, otra seña de identidad. Su muerte prematura y buscada en medio de todo tipo de excesos, fue muy sentida por Frida y sus cuates.
En el 7, «Leny». Tiene que ser su «Elenita Vázquez», de la que dice en otra página que al tratar de dibujarla le hervía la sangre, afectada «el amor o la pasión sin límites». Elena Vásquez Gómez, amiga íntima de Frida durante sus últimos años, trabajaba en la Secretaría de Relaciones Externas, por lo que se relaciona con A. F. y otros exiliados. Formaba parte del grupo de mujeres que acompañaban constantemente a la pintora en su casa los dos últimos años, los de la relación epistolar con A. F. Eran una tertulia de amigas que según la ex de Diego Lupe Marín la atendían como «la corte de una reina».
En el 8 coloca a «Chabela Villaseñor». Su íntima amiga Isabel Villaseñor, cuya muerte prematura en 1953 como la de Lucha Reyes afectó a Frida, a la que dedica un poema y un autorretrato donde aparece con el cuerpo cruzado por largas líneas a modo de lanzas y sostiene una paloma. Deja constancia de su luto en su Diario 1944-54, con el citado poema. Ella vivirá siempre «como la sangre que corre cuando matan un venado». Se despide de ella, «Hasta que me vaya, Hasta viajar por tu camino. ¡Buen viaje, Chabela! Carmesí, carmesí, carmesí, Vida muerte». Son versos proféticos, de un alma herida como un venado, avistando el mismo camino de la amiga muerta, al encuentro de la divinidad de los cerros. Chavela Villaseñor, «pintora, poeta, cantadora», actuó de joven indígena en «¡Qué viva México!» de Eisenstein.
En el 9, «Machila Armida». Frida le dedica un dibujo explícito a su gran amiga, el de una vulva asediada por dos grandes espermatozoides con cabeza de ojo: «Me sé de memoria tu cuerpo…». La peculiar artista mexicana Machila Armida (1921-1979) era el centro de reunión de un grupo formidable de creadores mexicanos. Además de su estrecha amistad con Frida y ser de Coyocán como ella, la tenía por una de sus referencias entre los pintores nacionales. A Frida le inspiraban sus collages tétricos y personales, las combinaciones extrañas de distintas cosas, en cierto modo surrealistas. Desde 1949 traba amistad con Diego y Frida. Diego apadrina su primera exposición en 1952 y le puso el apodo de Machitxóchitl. Formaba parte de la «corte de la reina», las mujeres que la acompañaban siempre en sus dos últimos años. Su nombre estaba inscrito con pintura rosa en la pared de su habitación, junto a María Félix, Elena, Diego.
En el 10, «J. levy». Es el galerista de Nueva York Julien Levy, mecenas y promotor de la obra de Frida en su país, y difusor del movimiento surrealista de moda. Levy organiza la primera exposición de Frida entre el 1 y el 15 de noviembre de 1938 en su elegante local en el este de la calle 57 de Manhattan, la Julien Levy Gallery. Julien Levy (París, 1906-Nueva York,1981) apreció la fuerza del arte moderno en su viaje a París en 1927 junto a Duchamp para participar en un film de Man Ray. Conoció allí a Miró y a otros artistas surrealistas. De retorno en Nueva York, abrió con su primera esposa Joella Levy la galería en la que promovió el conocimiento de las vanguardias norteamericanas, en especial de Cornell, Gorky, Hare y muchos de los expresionistas abstractos, así como los mejores fotógrafos como Paul Strand y Walker Evans, y también vanguardistas europeos. Fue marchante en EE UU de Max Ernst y Dalí, expuso a Chirico y a Miró.
El 11 es para «Piochitas». Uno de los nombres cariñosos que usaba para el héroe revolucionario ruso León Trotski (1879-1940), mano derecha de Lenin. Recuerda su partida, su asesinato, en donde Frida y Diego se vieron involucrados, siendo interrogados como sospechosos. Escribe Frida en el bloc de notas: «Ahora que te fuiste necesito decirte que en un lugar común de tu piel, y en tu cuerpo, una muchacha se levanta a buscar el alma de los muertos escondida ante el tiempo». Arrogante, culto, excelente escritor, orador fulgurante, Trotski fue una personalidad formidable: el mejor líder que la revolución haya producido jamás, en palabras del historiador inglés A. J. P. Taylor.
En el 12, aparece «Nicolas». Es el fotógrafo y deportista olímpico de origen húngaro Nickolas Muray. Su historia de amor con Frida es bien conocida y tuvo su momento de ruptura con la segunda boda de la pintora con Diego en 1940. Siguió siendo un buen amigo, amante ocasional y promotor de su obra, prestándole ayuda en sus crisis. Nickolas Muray (1892-1965) llegó a EEUU en 1913 y murió haciendo esgrima en la ciudad de Nueva York, en 1965. En el momento de su muerte había ganado más de sesenta medallas de esgrima, siendo aclamado como «Uno de los veinte mayores esgrimistas de la historia americana». Entre 1920 y 1940 Muray hizo más de 10.000 retratos. Posteriormente se pasará al mundo de la fotografía publicitaria, colaborando en revistas como Harper 's Bazaar, Vogue, Vanity Fair o The New York Times. Su nombre seguirá muy vinculado al de Frida, su trabajo más conocido son los numerosos retratos de la que fue durante mucho tiempo su amante.
En el 13, «Isamo». Es el conocido artista Isamo Noguchi (1904-1988). Un escultor y diseñador estadounidense-japonés hijo del poeta japonés Yone Noguchi y la escritora americana Léonie Gilmour, que pasó su infancia en Japón y su adolescencia en América. Tras finalizar su formación fundó su primer estudio independiente y obtuvo la Beca Guggenheim en 1927. Entre 1927 y 1928 trabajó en el estudio parisino del escultor rumano Constantin Brancusi. De ahí viajó y estudió en Inglaterra, China y México. A partir de 1935 realizó diversos decorados para escenarios teatrales y colaboró con una veintena de obras en la coreografía de Martha Graham entre 1944 y 1988. Su visita de trabajo a México en 1935 dio pie a la relación con Frida, buscando distintos lugares para sus encuentros, evitando a Diego, que acabó con la historia entrando un día pistola en mano en el cuarto de la casa de Coyoacán donde se hallaban los dos amantes, logrando Noguchi huir por una ventana. «En la comisura de nuestros labios, la mentira se queda quieta…Me pides irnos descalzos por el camino de las nubes» declara Frida en el bloc.
El 14 está en blanco y en el 15 aparece «María Félix». La bella actriz mexicana, muy presente en sus últimos años, se «esconde tras las cortinas de la noche. La luna te empuja a mí». Era una de las mujeres de su última corte, amante de Diego y de Frida, la más deseada. María Félix Güereña (Sonora,1914-Ciudad de México, 2002) está considerada como la máxima diva del cine mexicano, icono de la llamada Época de Oro del cine patrio.
Amor por Chavela Vargas
En el 16 «Chabela Vargas». Deja constancia de su amor por la célebre y racial cantante y actriz Chavela Vargas (con la que tanto cantó, bebió y vivió), a la que miró las «vidriadas púpilas» y vio que lloraba agua que «anegaba la soledad y le daba vida». Chavela (1919-2012), nacida en Costa Rica, desde los 17 años se hizo cantante en México, compartiendo parrandas y rancheras con José Alfredo Jiménez. Vestía como hombre, con pelo corto, pantalones, sarape rojo. Fumaba, bebía mucho, amaba a las mujeres, actuaba en antros populares, clubes y cabarets.
A través de un amigo pintor conoció a Frida y creyó que podía amar a ese especial «gorrión» que no era de este mundo. Estuvo alojada un tiempo con Diego y Frida. La pintora fascinada con su canto, su belleza y su coraje, quiso mantener la relación pero Chavela se fue, no quería estar atada a nadie. En los años 50 vive en Acapulco, canta y actúa, ama y abusa del trago y la noche, mientras declara «el amor no existe, es un invento de noches de borrachera»
El 17 repite la finada «Chabela Villaseñor» y el 18 una enigmática «Martita». No sabemos a quién se refiere, si a una amante cercana y común, compartida con Diego, a un apodo. Puede ser la bailarina Martha Graham, amiga de Noguchi y Muray. Según Adèle Adorno, «Martha Graham, pionnière et légende de la modern dance américaine». Fundaría la Martha Graham Dance Company, con una larga vida profesional. Martha Graham (Pittsburgh, 1894-Nueva York,1991) bailarina y coreógrafa estadounidense, es una de las grandes de la danza moderna. En 1923 se trasladó a Nueva York e intervino en diversas producciones de Broadway.
En la vuelta de hoja, en el nº 19 sale «Fco Dosamantes». El creador mexicano Francisco Dosamantes (1911-1986), muralista, ilustrador, grabador, educador, hombre comprometido con el arte y su vertiente política, con causas como el apoyo a la República Española, las misiones culturales rurales, era miembro de la Liga de Escritores y Artistas Revolucionarios desde 1934 a 1938 y miembro fundador del Taller de Gráfica Popular. Creó posters para conferencias acerca del fascismo y el nazismo, desde 1938. En 1940 es secretario general del Sindicato de Maestros de Artes Plásticas. Su trabajo más reconocido fue una serie de litografías basadas en una pintura rural maya. Son célebres en su país sus ilustraciones educativas, sus viñetas contra el fascismo, sus grabados con motivos indigenistas. Se centró en la capital mexicana en dar clases preparatorias, dentro de una destacada labor educativa y política que compartió con Frida.
El 20 corresponde a «J. Ferreto», la joven y bella enfermera costarricense Judith Ferreto que la atendía en sus últimos meses. Llegaron a tener una relación muy íntima, de dependencia mutua, posesiva. El 27 de abril de 1954 tras superar una crisis (tentativa de suicidio) escribe en su Diario 1944-54 una letanía de agradecimientos, en donde cita dos veces a Judith, dándole las gracias: «Que viva la alegría, la vida, Diego, Tere (Teresa Proenza), mi Judith y todas las enfermeras que he tenido en la vida y que me han tratado tan maravillosamente bien».
Cierra la relación de amores la «Bandida». Es la cantautora mexicana Graciela Olmos. De nombre Marina Aedo (1895-1962) fue amiga de Rivera y luego de Frida, comadre de fiestas y jaranas. Había sido soldadera durante la Revolución, prostituta, y se convirtió en la mayor proxeneta de la capital, la reina de los bajos fondos, la reina madre del burdel. A ella la recuerda Frida en estas notas: «Bella entre todas, piel de color trigo que en la noche afortunada hice mía sin ningún cuidado…tierna, temerosa blancura dispuesta a quemarte entre mis brazos».
Frida remata la página con el dibujo de su rostro en un óvalo, un tercer ojo en la frente y la inscripción «El vacío» atravesando la figura. Debajo en letras mayúsculas exclama: AMOR.