//Rafael Lema Mouzo//
La masacre de 22.000 oficiales y funcionarios polacos en el bosque de Katyn fue uno de los crímenes de guerra más terroríficos del siglo XX, también de los más polémicos por el uso propagandístico y las tareas no concluidas de ocultación, o la labor también actual de desvirtuar los hechos que hace cierto revisionismo ruso con apéndices españoles.
El periodista e historiador alemán Thomas Urban nos acerca a este crimen soviético en «La matanza de Katyn. Historia del mayor crimen soviético de la segunda guerra mundial» (la Esfera de los Libros). Tras la caída del muro emergió mucha literatura, salieron trabajos de investigación e incluso películas como la premiada Katyn de Andrzej Wajda que indignaron a comunistas o nacionalistas rusos pero apoyaron la verdad por encima de la falsa memoria histórica, algo de lo que en España vamos sobrados.
Fosa común- Katyn-Wikipedia
Por supuesto, Paracuellos recuerda a Katyn, la gran fosa española es madre de la polaca, y sus autores son del mismo bando. En nuestra guerra civil el dolor y el crimen no van por bandos, son uno, y uno es la víctima de la falaz política del siglo: el pueblo. La revisión de la historia no debe ser nunca una ocultación en bases ideológicas, y esto no suele suceder si la investigación es honrada y veraz. Por eso las publicaciones actuales que niegan los hechos y cambian los autores de la matanza polaca me resultan repulsivas. Un antídoto contra tanta falsedad, cubierta del aprovechamiento para uso político actual, es este libro, lleno de pruebas, evidencias, en fin claridad.
Thomas Urban
La autoría de la polémica llenó el siglo de la apocalípsis: ¿fue la policía secreta de Stalin en la primavera de 1940 o los ocupantes alemanes en el verano de 1941? Cincuenta años después, el Kremlin reconoció uno de los peores crímenes de la historia soviética. Sobre la base de los documentos originales, el periodista e historiador alemán Thomas Urban reconstruye, en el 80º aniversario de los acontecimientos, el crimen y la guerra propagandística llena de mentiras y falsificaciones, o del asesinato de testigos incómodos.
Monumentos al horror
Pese a los intentos soviéticos, las evidencias, los testigos, evitaron que se incluyera como crimen nazi en los juicios de Nuremberg. Porque no lo era. Los dos grandes bandos criminales de la guerra, las ideologías más atroces del siglo no pueden ocultar tanto monumento al horror. A la cumplida bibliografía y a aparato de citas se une una amplia colección de fotos con el impresionante álbum de la memoria de Katyn, las fotos de los alemanes durante la primera exhumación de 1940 o de la comisión médica internacional. Con el tiempo el silencio, abobamiento o incluso la reverencia sacra de mucha intelectualidad europea fue reconociendo la existencia de tantos miles de crímenes, tantos gulag, tanto infierno en el paraíso soviético, y Katyn no fue solo un punto negro.
Por las páginas desfilan los pactos del reparto polaco de rusos y alemanes, la inoperancia o ceguera interesada occidental. Lavrenti Beria, jefe del NKVD, redactor de los documentos con las personas a fusilar en Katyn; Vsevolod Merkulov, encargado de aplicar la decisión nº 144 del Politburó, según la cual se debía fusilar a 25.700 polacos.; el borrador de Beria para la ejecución de 22.000 polacos con las firmas de Stalin, Voroshilov, Molotov, Mikoyanm, y los nombres añadidos de Kalinin y Kaganovich; Ivan Stelmaj, comandante del pelotón de fusilamiento de Katyn y Smolensk; Dmitri Tokariev, organizador de la ejecución de polacos en Jarkov, testigo clave en este caso; el oficial del NKVD Vasili Zarubin, responsable de la selección de las víctimas; el asesino en masa Vasili Boljín del NKVD; los informes nazis de primera hora o del espionaje estadounidense de la posguerra; el relato del escritor español Ernesto Giménez Caballero, que visitó el bosque de Katyn por invitación del propio Goebbels.
Entre tanto criminal y acólito, resalta la valentía de Oleg Zakirov, oficial del KGB, aportando importante documentación para esclarecer los hechos, o la apertura de Gorbachov y Yeltsin, tratando de desvincular lo soviético de lo ruso. Por contra, el gobierno ruso actual apoya el revisionismo de los crímenes soviéticos levantando conjeturas, polémicas y degradando la verdad hasta límites de paranoia. En España hay seguidores de esta aberrante línea, que no dejan de ser cómplices intelectuales de la matanza.