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sábado, septiembre 28, 2024

Yukio Mishima, vida y muerte del último Samurái

-Rafael Lema-

«Yukio Mishima. Vida y muerte del último samurái» de Isidro-Juan Palacios es una biografía del gran escritor nipón que el investigador y profesor de El Escorial saca a la luz en la esfera de los libros, aportando un dossier central de imágenes del autor, famoso por su vida, su obra y por su muerte ritual al estilo samurái. Mishima fue el primer narrador japonés que conocí y el que me llevó a indagar en esta peculiar literatura y en su cine, pues también fue actor, guionista, director.

El trauma de la posguerra, la occidentalización de la vida social y cultural, el deseo de recuperar el pasado de una nación rendida con orgullo marcaron la vida del autor, discípulo del premio nobel Kawabata y que no recibió el galardón, como otros muchos, por sus peculiares ideas políticas. Su nacionalismo está basado en el código del bushido. No puedo ocultar que mi interés por la cultura japonesa me llevó a estudiar su historia, y nuestros contactos, pues durante cuatro siglos España tuvo frontera con las islas del sol naciente, y fue el primer reino en mantener despacho oficial con sus gobernantes. Por ello aproveché el confinamiento para recrear en una novela estos primeros contactos hispano-nipones, desde la gran figura del jesuita san Francisco Javier y el pirata Anxiro.

Palacios nos acerca a la explicación de la obra y sobre todo la vida de Mishima, extraordinario autor, complejo, el mayor introductor de la novela occidental en la isla y también el mayor defensor de su propia tradición. Por ello el autor quiere explicar su muerte ritual en la ceremonia del sepukku, el 25 de noviembre de 1970, cuando en compañía de un grupo de camaradas discípulos se abre el vientre con su famosa espada familiar, su wakizashi. Y así nos acerca a la historia del Japón, su relación con occidente, al código del samurái, al recuerdo de otros tantos héroes que culminaron su vida con una muerte honrosa.

Al fin de las páginas nos queda la sensación de que Mishima no podía ser él sin esta muerte, cuando tanto aún podía mostrar pero sin duda cuando ya tanto había vivido y creado. Eso se trata de explicar o orientar en estos 52 capítulos y 369 páginas. Un día de 1941 Kimitake Hirakoa adoptó el nombre de Mishima Yukio (al revés en japonés), y nació un nuevo hombre en la comedia del mundo, en medio de la platea del teatro griego y japonés, y en esa figuración el héroe debía sentir el gozoso placer de la muerte buscada, ese instante corto e intenso como la efímera caída de las flores de los cerezos. Yuki es la nieve; Mishima, la ciudad desde donde mejor se ve la nieve del monte Fuji. Desde que en 1949 publica su novela «Confesiones de una máscara» es ya un escritor célebre, y su obra irá creciendo y logrando fama internacional. La máscara es la ocultación del ser para transfigurarse, el traspaso de lo que se es a lo que se quiere ser. Él ya es quien quiere. Y quiere ser el dueño de su muerte, como la de sus héroes.

Kawabata Yasunari comentó: «No comprendo cómo me han dado a mí el premio Nobel (de 1968) existiendo Mishima. Un genio literario como el suyo lo produce la humanidad solo cada dos o tres siglos. Tiene un don casi milagroso para las palabras». En 1970, Mishima Yukio se suicidó mediante seppuku, con otro camarada de la Sociedad del Escudo, una milicia de extrema derecha fundada por él. Japón ya era un país moderno, una potencia mundial pese a guardar sus tradiciones entre las que ya no tenía cabida el ardor del samurái. Había nacido en Tokio en 1928 y su fama le llegó en la posguerra de un país devastado, ocupado, moralmente rendido.

Descendía por la línea paterna del clan guerrero Tokugawa, que había regido Japón durante casi tres siglos, de 1600 a 1868. El pequeño fue criado por la su abuela Natsuko, que le enseñó a reprimir las emociones, a ser disciplinado,a sentir la sangre, los conceptos del honor y la muerte, y mientras crecía en saber, recta educación, delicadeza, tomaba consciencia de su vena homosexual. Estudió con la élite imperial en la Escuela Superior Gakushuin, la del príncipe heredero Akihito, y en la Universidad de Tokio, en donde se graduó como abogado. Dejó al año su primer trabajo para ser escritor.

Quiso recuperar las traiciones, los héroes de la patria, criticar el mercantilismo capitalista al que Japón sucumbió tras la derrota; pero asimismo modernizó la literatura nacional con el influjo de sus amados escritores europeos, llenó su prosa con ecos autobiográficos, temas tabú como la homosexualidad, la violencia y el nacionalismo exacerbado, la atracción por la muerte. Era un hombre de acción, que conoció el culto al cuerpo, el deporte, las actividades de riesgo, que usó los medios de comunicación, el cine, para mostrarse y mostrar su ideal de regeneración. Y programó su muerte, porque era su vida.

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