El arca secreta de Frida- Rafael Lema Mouzo//
En el último año de su atormentada existencia (1954) Frida Kahlo envía a uno de sus grandes amores, el gallego Alejandro Finisterre, un conjunto de objetos personales, artísticos, cuadernos y cartas que han llegado hasta nosotros y en parte queremos dar a conocer, tras su estudio y análisis por nuestra redacción. Son la cara más oculta y privada de esta gran mejicana universal, sus secretos mejor guardados. El hallazgo supone todo un acontecimiento para el arte y la cultura hispanoamericana. También para la sociedad mexicana. Por lo mucho que dice, lo poco que calla. Por su valor literario, su honda humanidad, su canto de mujer comprometida en una selva de intrincados senderos, trampas y criaturas bestiales.
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Frida Kahlo y el empresario y editor gallego Alejandro Finisterre se conocen en 1948 y desde entonces además de amantes son dos grandes amigos que mantienen una fluida comunicación epistolar, sobre todo en los dos últimos años de la vida de la genial pintora, cuando le hace partícipe de sus objetos personales más queridos y sus más secretos recuerdos. Alejandro en 1954 está organizando su residencia en México, le muestra su amor incondicional y su deseo de estar con ella todo el tiempo posible. Los últimos meses de existencia de Frida.
En el cofre de las viejas cofradías había tres cerrojos. El mayordomo y dos vicarios guardaban cada uno una llave; y solo los tres el mismo día, a la misma hora, estaban autorizados a abrir anualmente el «peto». La caja de los secretos mejor guardados de Frida Khalo lleva más de medio siglo cerrada y también cuenta con tres custodios. Hoy abrimos un misterio detenido en el tiempo, salvado milagrosamente de la desidia, la codicia humana, las inclemencias, la carcoma y el fuego. Puede abrir o cerrar heridas, es una parte de la memoria del siglo. El arca de Frida. El testamento de una de las grandes mujeres de nuestra cultura hispana
Empezamos por resumir un conjunto de una docena de epístolas cruzadas entre Frida y Alejandro en los primeros meses de 1954. Tendremos tiempo para trabajar con cada una de ellas. Son verdaderamente esclarecedoras del material analizado. El testamento de la autora, el resumen de su vida, de sus hombres y mujeres, sus afectos y desafectos. Solo les daremos un avance, pero no se desesperen. Las tendrán por entero, el mundo las necesita más que nunca. Nuestra Frida, nuestro Alejandro. Se conocen en el verano de 1948, vivirán un intenso romance, serán amigos toda la vida, hasta las puertas de la muerte. La distancia por el trabajo del empresario gallego no fue un buen aliado en este romance de camaradas y artistas. Frida lo buscó en sus últimos meses, entre varios intentos de suicido y fuertes recaídas. Lo necesitaba cerca, en su extrema soledad. En el último año de su vida, las vicisitudes políticas de nuevo le devolvieron a su amor, a su amigo del alma. Alejandro estaba planeando vivir en Méjico, había buscado casa. Pero la parca no esperaba, se la llevó en pleno proceso.
Alejandro le escribe a Frida, le pregunta si le quiere. Ella le responde «Alejandro Fin de Tierra; mi niño amado…eres de mis amores uno de los que más he querido». Aclara que «mi gran amor es mi niño sapo, mi niño gordo mi Diego, pero tu alex (sic) eres uno de mis grandes amores». Luego le participa el envío de un «pequeño cuadernito» para que lo guarde como en una tumba; en él «te voy a enumerar algunos de mis amores, pasiones, desvaríos».
Retrato de Frida por Rosario Miñones
La siguiente misiva, Frida la encabeza con un «Amado Alex: mi hermoso niño». Se queja de dos proyectos del «cabrón de Diego»; la idea de guardar sus cosas en «la casa de San Pablo» y en un cuarto secreto, oculto de todos; «es por eso que me dí a la tarea de sustraer algunos objetos y que son los que te he mandado». A Frida le habían amputado la pierna, se siente inútil, un estorbo, una muñeca rota que nadie puede amar, que solo da pena. Le hace una larga lista de preguntas a su Álex. Él le responde a su «querida Firita»; claro que se acuerda del primer día que llegó a Méjico, el 23 de agosto de 1948; claro que la sigue queriendo. Renueva sus palabras de amor a su amada, su ansia de verla. Se reafirma en la sinceridad de sus palabras, no puede fallarle por tres razones…su «estirpe española», por ser poeta y comunista. «Desde hoy y por la distancia seré la mitad de tu pierna, de tu cuerpo, de tu vida y de tu muerte. Frida eres todo en mi existir».
Guardamos para el final la epístola más larga, tan dura como emotiva; dos hojas de pulso en tensión, desde la primera línea: «Alex: mi adorado niño poeta, mi admirado luchador social». Frida en los primeros meses de 1954 se siente desarbolada, sola, abandonada por todos, por Diego y los amigos. Sufre: «ya no le tengo miedo a la muerte, le tengo miedo al dolor…hoy que me mocharon la pata, que mi columna está hecha astillas…hoy que solo puedo dar lástima o causar morbo pienso que el quitarme la vida, es un acto de gran valentía y honor, no tengo otra salida».
La amiga ve ya el rostro de la muerte, se abre como nunca a su amigo y le informa que junto a la carta le envía «objetos muy personales; cartas, apuntes de mi vida que he venido escribiendo en estos últimos meses- finales de 1953 hasta ahora», cosas que solo quiere que tenga él. Concluye que «esta vida valió la pena vivirla por tres cosas: Por ser pintora, por amar a Diego y por ser comunista». Al lado de su firma dibuja un ojo semiabierto del que caen en dos filas ocho grandes lagrimones que van creciendo en su descenso. ¡Qué bella y cruda imagen, icónica expresión de su dolor! De todo el dolor del siglo.