8.2 C
Santa Comba
miércoles, marzo 20, 2024

La Guardia Civil tiene quien le escriba

«Sereno en  el peligro» de Lorenzo Silva (EDAF). Rafael Lema Mouzo.

En un país al que ni siquiera es políticamente correcto llamarlo España, ni ondear su bandera tricentenaria, toda mención a la Guardia Civil guarda para muchos una aureola cañí. Algo está cambiando, para bien y para verguenza de tanta ñonería impostada, democráticamente inmadura, y por supuesto «medioletrada», como diría Teresa de Ávila, doctora y grande de Europa, figura inmensamente más meritoria que tantas mediocridades objeto de vana admiración.

La Guardia Civil parece que tiene quien le escriba, y Lorenzo Silva en «Sereno en el peligro» (Edaf, 2017) presenta una edición ampliada y puesta al día de una obra presentada hace una década. Es de agraceder su lectura en este año en el que se cumple medio siglo del asesinato del primer guardia civil muerto por Eta, mi paisano José Pardines Arcay, cuyo hermano, viúda y amigos tuve el gusto de tratar. 

El autor presenta su intención de ir contra los tópicos, con una interpretación personal del papel histórico de la institución fundada en 1844; en fin, que ni el cuerpo, ni la bandera, ni nuestro himno son criaturas de la dictadura. lejos de toda interesada manipulación, el cuerpo fue una creación de un gobierno liberal,  motor de progreso, y aquí se nos aporta una síntesis divulgativa de los principales acontecimentos de su existencia. Nace como un cuerpo armado para velar con la seguridad pública, en momentos de anarquía, bandolerismo y desorganización. Antecedentes había, desde la Santa Hermandad castellana a las Milicias Nacionales del rey felón, los cuerpos regionales de seguridad (miñones, migueletes, mossos, guardia rural) a la inconclusa Legión de Salvaguardias Nacionales de 1820. Los gendarmes franceses también sirvieron de inspiración. Finalmente y tras 24 años de deliberaciones y estudio de modelos nació un cuerpo de clara organización castrense y formado por militares, pero que eran «guardias armadas que podían estar al servicio y bajo la obediencia de los poderes civiles».

El duque de Ahumada fue el visionario padre de la Benemérita, que enseguida se convirtió en azote del bandolerismo, protector de caminos y mercados, garantía del orden público (de todo tipo de gobiernos). En varios de mis libros he podido contrastar documentalmente el gran servicio prestado por el cuerpo en el descabezamiento de bandoleros, de contrabando, o del peculiar mundo de los raqueros de mi costa natal. Contra la corrupción de los carabineros y poderes locales, los guardias civiles fueron el gran freno al saqueo de mercancías de barcos naufragados. Asimismo, en las dos grandes guerras del siglo XX los espías extranjeros advertían a sus agentes en las costas gallegas que no tuvieran ningún contacto con la Guardia Civil, porque como dejó escrito Julio Camba: «la Guardia Civil era exacta, era honrada, era insobornable», y «una de las pocas cosas que funcionaban bien en España».

Del mismo modo, otro aspecto que siempre me interesó y el libro analiza, es la sangría de agentes en la lucha contra el maquis en la posguerra; pues Franco usó al cuerpo como un ejército de choque en una guerra que nunca existió oficialmente, pero empleó miles de hombres en los dos bandos. O el mal pago recibido por tantos cientos de agentes durante el golpe del 36, por su fidelidad al orden establecido o al mando, en una u otra zona. La República traicionó esta fidelidad, aboliéndola, creando una GNR extraña, amorfa, repulsiva en su participación en deplorables actos de purgas en tiempos de checas; pese a que el cuerpo fue garante de la implantación de la II República, y como dejó escrito Azaña: «la Guardia Civil es una máquina admirable. No hay que disolverla, sino hacer que funcione a nuestro favor».

Tras la guerra civil Franco pensó en su disolución, pero precisaba restablecer el orden. En la mesa tenía el modelo de las S.S., el uso del ejército o las milicias falangistas, pero fue disuadido por destacados militares (Varela, Muñoz Grandes, Vigón, Alonso Vega) y en 1940 es refundada, con la liquidación de los Carabineros. Camilo Alonso Vega trazará la impronta de esta segunda etapa, marcada por la obediencia ciega, la disciplina firme; y también el terror, pues una mínima negligencia podía llevar al castigo. Entre 1950-54, 3.000 agentes fueron separados del cuerpo; y en la lucha contra el maquis, entre 1943-1955, murieron otra cifra similar de agentes. No le importaba esta sangría al teniente general, pues tenía bastantes reclutas en una época de privaciones: «gallegos y andaluces a duro».

Por supuesto, el cuerpo cuenta con muchos hechos de armas y condecorados héroes, también nombres de una u otra forma actores de nuestra Historia. El que fuera director general del cuerpo, Aramburu Topete, se quejaba porque «no ha habido escritor de mérito que haya sabido aprovechar el rico filón que ha brindado la intensa historia de la Guardia Civil«, exceptuando a Ignacio Aldecoa, Tomás Salvador («Cuerda de presos»). Contra este vacío se rebelan estas páginas, indica el autor. Un paseo por este libro es una visita a la Historia de España, con sus luces y sombras; en el acercamiento a una de sus instituciones más populares y peculiares, pero también más desconocidas.

Pódeche interesar

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí
Captcha verification failed!
La puntuación de usuario de captcha falló. ¡por favor contáctenos!
spot_img
spot_img
spot_img

Síguenos

7,820FansMe gusta
1,661SeguidoresSeguir
1,826SeguidoresSeguir
1,220SuscriptoresSuscribirte

Últimos artigos