Se cumplieron este miércoles diez años de la muerte de uno de los iconos del camino, el popular Zapatones, un aniversario que pasó desapercibido en su concello natal, Camariñas. Su biógrafa María José Lorenzo critica que las autoridades locales no hayan hecho ningún gesto al respecto, aunque indica que en la librería Pueblo de Pontevedra sí habían previsto un pequeño homenaje en este día.
«Estoy verdaderamente molesta porque en Camariñas no se le va a hacer nada», indicó la autora a este medio y recuerda que «la alcaldesa Sandra Insua prometió en la presentación de mi libro en el Casino de Ponte do Porto hacerle un monumento».
Interpelada la regidora por el PP en una emisora sobre la propuesta de levantar una estatua a Zapatones en el campo de San Roque la respuesta fue que había previsión de hacer algo (placa, monolito, estatua) pero una vez terminadas las obras que actualmente se llevan a cabo en la plaza. En Ponte do Porto la tumba del peregrino fue visitada por los miembros de la cofradía gastronómica y enológica Vía Céltica, implicada en la propuesta de la estatua de Zapatones, y que recuerda que la última capa del célebre vecino, regalada por APTCM, la conserva su hermano en esta localidad.
Zapatones
Juan Carlos Lema Balsas Zapatones vecino de Ponte do Porto, parroquia en donde descansan sus restos mortales, murió un 14 de mayo de 2015, un día después de la gran fiesta anual en su barrio natal, As Barrosas, la Virgen de Fátima. Juan Carlos nació en Ponte do Porto en 1954, hijo de madre soltera y sin recursos que entregó su niño a la casa cuna de las Hermanas de la Caridad de A Coruña. Zapatones a los seis años entró en los Salesianos de A Coruña y posteriormente fue al colegio de la misma orden de Castrelo en Cambados. En 1968 Zapatones, con apenas doce años, pasó a formar parte de los trescientos veinte alumnos del centro de Cambados.
Toda su vida se creó una imagen de pícaro, con entradas en la cárcel por pequeños hurtos y problemas de conducta en la mili, alejadas de la realidad. A pesar de algunas peripecias de juventud, nunca estuvo en la cárcel ni hizo el servicio militar. En los años noventa se creó el personaje del peregrino de capa y cayado que lo inmortalizó, tras haber realizado el Camino de Santiago y colaborado en un albergue.
Un hermano, José Lema, que en sus últimos días miró por él, lo visitaba, le facilitó un entierro digno en colaboración con el párroco y el alcalde de Camariñas. Pepe conserva los pocos efectos que nos quedan de Zapatones.