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jueves, marzo 21, 2024

El viaje a Camariñas de Paolo Caucci en 1968


El mayor tesoro de Galicia y una de las bases de nuestra identidad es el Camino de Santiago. Paolo Caucci es el presidente del comité internacional de expertos del Camino de Santiago. Pude conversar con él en el último congreso internacional de asociaciones jacobeas de Ourense el mes pasado, en donde hablé sobre la peregrinación marítima.


Paolo G. Caucci von Saucken nace en Ascoli Piceno (Italia) el 19 de marzo de 1941. Es Doctor en Derecho (1967) y en Letras Modernas (1974) por la Universidad de Florencia.
Paolo Caucci acaba de sacar a la calle un nuevo libro, un trabajo muy personal, «Palabras en el Camino», un recorrido a través de más de cinco décadas de textos dispersos, charlas, presentaciones, introducciones.


En el libro nos habla de su primer encuentro con la ciudad de Compostela siendo lector de italiano en la universidad y su primer Camino como peregrino en 1968. Nos describe cómo eran la ciudad y la vida en Santiago a finales de los años 60, a las personas que por entonces estaban vinculadas al Camino, una vía que era una entelequia, un borrado recuerdo.


En mi conversación con Paolo en el café descanso entre las ponencias, donde intercambiamos libros y le animé a hacer el Camiño dos Faros, me contó que conocía mi concello, Camariñas; y el Camiño dos Faros, un proyecto esperado. Había cruzado el puente medieval de Ponte do Porto, de camino a Muxía. Pero también había llegado a Camariñas, un pueblo todavía de postal y «casiñas brancas», admirado a las mujeres palillando en los portales.

camariñas
Cabo Vilán


Y sobre todo recordaba el majestuoso faro de cabo Vilán, aquellos cantiles del último mar, la última tierra de los viejos navegantes precolombinos. Entre Vilán y Touriñán fijaban rumbo, doblaban la Frons Hispaniae tan temida, fértil de tormentas.


Paolo se había acercado a la Costa da Morte en 1968, en su primera estancia en Santiago. Manolo Remuiñán lo había traído como el conde de Maceda y señor consorte de las torres de Cereixo invitó a Gian Lorenzo Buonafede Vanti en 1717. Las señoras de Cereixo fueron las grandes benefactoras del santuario de A Barca, las que lo levantaron.

No el conde de Maceda, un oriundo que se casó con una de las condesas de Cereixo. Fueron las señoras de la casa. Mujeres olvidadas de la historia una vez más, como las condesas y abadesas de la casa de Traba, madrinas del románico rural, del monacato.
A ese recuerdo imborrable de los cantiles de cabo Vilán se une la excursión a Muxía.

Los secaderos de congrios, la Pedra de Abalar, la Pedra dos Cadrís. Le sacaron fotos con Remuiñan abalando a pedra. Más tarde conocería a un muxián de pro, Manolo Martín. En aquella década fue destacado jugador de la Liga da Costa, pateador en los primeros duelos de la ría, del Porteño y el San Martín de Quintáns. No pudo entrar en la iglesia porque estaba cerrada.


En cuanto al libro, el autor lo realizó durante el encierro del Covid-19. Son textos dispersos, más personales y autobiográficos; textos vinculados a actividades o publicaciones que tuvieron lugar en España.


Tal y como dice Paolo Caucci en su introducción, estamos ante : «una historia paralela llena de hechos reales que muestran cincuenta años de vida en archivos, bibliotecas, redacciones de revistas, fundaciones de hospitales para peregrinos, reuniones, comités… Una vida compartida con la gente del Camino, ya sean hospitaleros, peregrinos o investigadores».
Nos muestra la labor investigadora del autor y su presidencia del Comité Internacional de Expertos del Camino de Santiago, también su vinculación con el asociacionismo jacobeo, su refundación y presidencia de la Confraternita di San Jacopo.


El historiador pone en valor su encuentro con Manuel Remuñán Ferro en Santiago, sus conversaciones con Cecilio Díaz y Díaz, y el papel de Robert Plötz, su gran amigo, compañero en mil proyectos, congresos y publicaciones. También recupera los nombres y las historias de algunos pioneros de la actual revitalización de las peregrinaciones a Santiago que, a finales de los años 60, trabajaban recuperando el Camino: Pablo Payo, Francisco Beruete, Antonio Roa y, sobre todo, Elías Valiña Sampedro.


El albergue de San Nicolás de Puente Fitero, Castrojeriz es otro punto referente, su segunda casa. Este núcleo se presenta como una segunda patria de Paolo Caucci en España y aparece en numerosos textos dedicados a la recuperación e historia del hospital de peregrinos de San Nicolás.

Allí creó la la Confraternita di San Jacopo, la restauración con los estudiantes de la Universidad de Perugia en los primeros años 90, y la llegada de la marea de voluntarios de la Confraternita, de apoyos de vecinos y amigos de Castrojeriz y Burgos. Por supuesto, las páginas están llenas del nombre de su gran apoyo, su mujer, Clara Lucattelli.

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