Rafael Lema//
Un viejo belén de 40 figuras en una caja de madera de las que traían coñac desde Vigo en los antiguos pataches por la ría de Camariñas arriba llevaba más de medio siglo escondido en el desván de un fallecido sacristán de Ponte do Porto.
Aunque podría tratarse de un cuento de Navidad lo cierto es que este pesebre tradicional de arcilla pintada es un pedazo de nuestra historia. Se trata de un belén trasladado el 20 de julio de 1936 de la casa rectoral que había sido ocupada por el Sindicato de Oficios Varios de Ponte do Porto fundado en 1932 y dependiente de la CNT anarquista. La rectoral fue convertida en casa del pueblo desde el 18 de julio hasta el 27, en pleno golpe de Estado contra la República.
En ese traslado, pese a hacerse con cuidado y sin violencia, algunas figuras se rompieron y de hecho el belén no volvió a ver la luz desde entonces, hasta que una obra en el techo del desván localizó esa caja rellena de paja con las figuras que fueron unas víctimas indirectas e involuntarias de la guerra civil.
Ahora de pueden ver en el local social del colectivo PX, en cuya biblioteca se guarda también la memoria sindical y social de la República en Ponte do Porto, con fotos y documentos aportados por sus protagonistas. En la asociación por ahora no quieren restaurar las figuras rotas pues entienden que su actual estado es un mensaje sobre una etapa triste de nuestra historia y una disculpa para saber un poco más sobre aquella época que tanto marcó el devenir del país.
Aunque ahora están de moda palabras como «sedición, rebelión o CDR», lo cierto es que en julio del 36 también eran algo presente en el lenguaje político y judicial en la comarca. Los sindicalistas de Ponte do Porto al enterarse del golpe de estado crearon un CDR Comité en Defensa de la República, que mantuvo el control político del municipio durante nueve días, pero para salvar la democracia española y el gobierno legítimo, pese a que posteriormente muchos fueron apresados y condenados por rebelión.
El comité se incautó de la rectoral y hacía requisas por los pueblos cercanos. El cura párroco, Juan Bautista Boo Romero, fue increpado por dos anarquistas, uno de ellos quiso arrojarlo por la ventana; aunque también fue defendido por otros vecinos, sobre todo de un grupo de mujeres encabezadas por Trina Figueiras. No fue más molestado y él mismo defendió en sus informes a los miembros del comité durante los procesos judiciales. Una acción generalizada entre los curas de la zona con los apresados, salvo excepciones.
Los vecinos lo recuerdan con buena opinión, como persona culta y reservada, amigo del arte y los libros. Impulsó la catequesis y la enseñanza de los niños, también la música coral, en donde no faltaban los villancicos en gallego, las «panxoliñas e cantos de Reis». A él le debemos las primeras referencias a la presencia de escultor José Ferreiro Suárez en Ponte Do Porto, dando noticia en 1932 a Couselo Bouzas de la realización del retablo mayor de san Pedro en 1800, por la donación de 1500 reales de Don José María Carantoña, beneficiado simplista de la parroquia porteña y de su hermano el conde de Medina. Pero salvo el episodio del asalto a la rectoral y el intento de destruir el cruceiro en esta parroquia con dinamita no hubo actos violentos contra la iglesia en el convulso 36.
El comité mandó al cura a hospedarse en una fonda, enfrente a la casa parroquial. En la rectoral fue colocado un letrero: casa del pueblo, y la bandera comunista. Dos obreros intentan hacerse con varios sacos del desván y con la librería, también con maíz y gallinas, pero los directivos del SOV que presidía Rogelio Mazaeda, protegen al cura y a sus bienes.
Además los sindicalistas ayudaron al cura a recoger sus pertenencias, muebles, y lo que estimase de valor, pagando 40 pesetas a los encargados del carro que los llevó a la pensión. En este tránsito la caja del delicado belén no tuvo suerte.