//Manuel Sambade//
El mítico Hotel “El Hórreo”, sito en Corcubión, permanece cerrado desde 2011 y sin vistas a una solución a corto plazo pero con un preocupante estado de deterioro de sus abandonadas instalaciones.
Hubo un tiempo en que la Costa da Morte no era, como hoy en día ocurrre, un destino privilegiado para aquellos amantes de un turismo alternativo y no masificado que aúne calidad de servicio y un producto de primerísima calidad.
En aquellos días lejanos, cuando la ría de Corcubión y Cee tenía un paisaje sumamente distinto al actual, en la vera ceense se dibujaban las viviendas sindicales –las famosas “casas baratas”- y frente a ellas, al otro lado de la orilla, la Iglesia de Santa María da Xunqueira y unas cuantas edificaciones aledañas.
Entorno sublime
El entorno era, como hoy en día, paradisíaco y ya entonces los responsables de la época vieron en la zona un imán para el turismo, ese nuevo invento que habría de abrir al mundo (y a sus divisas) al régimen franquista. Dicho y hecho, de la nada en Corcubión se erigió el parador de turismo antes del parador de turismo: el Hotel “El Hórreo”, el mástil de proa de la futura prosperidad que el turismo habría de traer por estas tierras y que contó con asiduas visitas de quien con el tiempo habría de regir los destinos de Galicia, Manuel Fraga (entonces ministro de Información y Turismo).
Instalaciones punteras
Aquella prístina obra de arte dotada con piscina abastecida con agua de mar (fueron de lejos precursores de la afamada talasoterapia), 40 apartamentos dotados con garaje privado, discoteca….todo un lujo al alcance de los más distinguidos visitantes y que, tras décadas de esplendor, languidece entre la nostalgia de tiempos mejores y la sensación de que el derruido edificio se merecía un mejor destino que ser una escombrera para okupas, amigos del botellón y para ratas y fantasmas de épocas pretéritas.
De emplazamiento idílico a ruina decrépita
Los visitantes que llegan hoy a Corcubión por la carretera de A Coruña, que otrora veían aquí un lugar idílico para dormir, ahora se encuentran un edificio cochambroso en el que se hospedan otro tipo de “huéspedes” bien diferentes.
Crepúsculo tras la gloria
Ya hacia finales de la década de los 2000 el hotel comenzó a experimentar un cierto declive. Aunque conservaba su buena fama de antaño y una categoría de varias estrellas, los turistas cada vez se decantaban más por hospedarse cerca de la playa. El alquiler masivo de apartamentos, muchas veces piratas, le hizo bastante daño y, aquella joya de la hostelería de la Costa da Morte, que había abierto sus puertas en 1960, echó el cierre en el 2006, en pleno auge del “boom” inmobiliario.
Tras el “boom” vino el “ploff” de la construcción
A partir de aquí, y tras ser adquirido en el 2007 por una inmobiliaria, la historia de cuento de hadas se tornó pesadilla fantasmal al reconvertir los nuevos propietarios sus instalaciones en un futuro emplazamiento para chalets que, finalmente, y pese a derrumbarse los bungalows preexistentes, nunca llegaron a ser construidos.
La burbuja especulativa con el ladrillo reventó en las narices de muchos españoles y, por descontado, de tal destino tampoco se libraron las constructoras que, como la que adquirió el hotel “El Hórreo”, vio frenados en seco sus planes expansionistas y, ya en el 2011, clausuró el establecimiento, que ahora es casi una década después, permanece en un estado deplorable.
Vandalismo y delincuencia
Así, acabó siendo víctima de múltiples saqueos y actos vandálicos. Con el paso de los años se ha ido convirtiendo en un lugar frecuentado por vagabundos o vándalos, generando problemas como el incendio, presuntamente intencionado, que se produjo en la madera acumulada en la parte posterior del hotel.
Aún con todo, se trata de una propiedad privada, y teóricamente no pueden entrar en ella salvo que se produzca una razón de fuerza mayor.
Vistas privilegiadas
Aquello que el viejo Hotel “El Hórreo” conserva tan hermoso como siempre, son sus magníficas vistas desde su terraza, que permite gozar de una panorámica que, por desgracias, ya nadie disfruta.
No parece que este simbólico lugar pueda de momento ni tan siquiera soñar con recuperar su esplendor del pasado. Así, el desembolso que tuviera que realizar cualquier interesado en reutilizarlo, se va haciendo cada vez mayor.