Se abre el calendario de romerías por Galicia que tendrá su punto álgido en verano.
Milagros Lara
Jorge Víctor Sueiro retrató Galicia como una romería interminable. Y es que son innumerables las romerías que se suceden a lo largo del año en cada uno de los más de trescientos municipios de la comunidad gallega. El pistoletazo de salida es la de san Antón abad, patrón de artesanos cesteros, veterinarios, enterradores, monjes, ermitaños, ganaderos pero sobre todo patrón y protector de los animales. Su fiesta señala la transición entre la Navidad y el Carnaval y famosas son las de san Antón de A Coruña, Meis, Fraguas o la de Ábedes en Verín, en donde hace aparición por primera vez en el año la máscara del cigarrón que anuncia la proximidad del Entroido. Tras ella, las celebraciones romeras se salpican a lo largo del año cobrando fuerza después de Semana Santa hasta alcanzar su máximo esplendor durante el verano, cuando no es difícil que coincidan varias en el mismo día.
Galicia, leal a su tierra, a sus raíces, a sus costumbres, expresa su sentimiento tradicional en las romerías, una manifestación de la religiosidad popular en la que se mezcla lo religioso con lo secular y se ensalza lo lúdico manteniendo la simbología religiosa. Más allá de la devoción que lleva a peregrinar a un lugar santo, la romería sirve de excusa para la fiesta. Inevitable ambigüedad.
Costumbres, ritos, tradiciones
Con orígenes confusos entre la mitología ancestral, ciclos ganaderos o de cultivos, experiencias vitales y la religiosidad popular, si bien cada romería es diferente, todas unen un acto de culto y expresiones de espiritualidad con actos lúdicos y celebraciones gastronómicas. “Velo ahí vai para a romaxe correndo” escribía Xoán Manoel Pintos. Y es que en fechas señaladas miles de personas se acercan en peregrinación a las ermitas y santuarios en donde veneran a sus santos o vírgenes para celebrar sucesos que se han mantenido con pocos cambios a lo largo de la historia al margen del culto oficial.
Estos encuentros multitudinarios en lugares que se consideran sagrados por la fama de sus milagros o por la presencia de una imagen, aparecen desde los primeros siglos de la Iglesia. Una sencilla excursión que termina en un lugar santo une a los miembros de una sociedad reforzando el sentido de pertenencia de sus integrantes alrededor de numerosas advocaciones, funcionando como un mecanismo de identidad.
Entre las numerosas romerías de Galicia encontramos las declaradas de interés turístico nacional como la de Nosa Señora da Barca en Muxía al lado de otras de interés turístico gallego, como la del santísimo Cristo de Fisterra, Os Milagres de Caión, la santa Cruz de Ribadeo o la conocida Das Mortallas en A Pobra. Pero muchas, muchísimas más son las que se celebran por toda la comunidad gallega, la mayoría con atracción solo para los lugareños y otras en las que su popularidad traspasa sus términos haciendo que miles de gallegos viajen en junio hasta el santuario de O Corpiño a donde acuden a “quitarse el meigallo” y echar al demonio del cuerpo. Otros, atraídos por su fama, lo hacen en septiembre a San Andrés de Teixido a donde “vai de morto quen non vai de vivo”, un santuario que convirtió en romeros a Vicente Risco, Otero Pedrayo y Ben-cho-shey en una peregrinación de ocho jornadas de Ourense a Teixido en 1927.
Un valor a preservar
Sin obviar ni su vertiente espiritual ni aquella otra de carácter sociocultural, las romerías nacidas en una sociedad rural con raíces y expresiones de religiosidad típicamente populares, convocan en torno a ellas a multitud de personas de perfil variado. Desde quienes participan rezando, con los pies descalzos o de rodillas hasta los indiferentes al hecho religioso, todos unidos en un día de fiesta que alterna gaitas, misa, procesión, sesión vermú, celebración gastronómica, bombas de palenque y hasta verbena. Un día de convivencia que se asume como un valor a preservar.
A veces despreciadas, estas expresiones de la religiosidad popular obtuvieron su reconocimiento por la iglesia oficial con Pablo VI y también el reconocimiento por la considerada élite intelectual que, desligándolas de su esencia religiosa, las promovieron en su plano antropológico reivindicándolas como un hecho meramente cultural. Hasta tal punto que, del mismo modo que en otras épocas se cristianizaban festejos alejados de componentes religiosos, hoy, en una sociedad secularizada, se laicizan estas manifestaciones religiosas considerándolas un patrimonio cultural sin apenas conexión con lo religioso, apostando por fomentarlas como espacio de convivencia en una cultura del ocio.
De ahí que encontremos romerías de concepto tradicional como las descritas conviviendo con otras para-litúrgicas como la romaxe de crentes galegos, una mezcla de religiosidad y galleguismo que se viene celebrando desde 1978 fundada por Xosé Chao, Andrés Torres Queiruga y Victoriano Pérez Prieto. Pero también otras etnográficas enmarcadas en proyectos de puesta en valor de núcleos históricos como la de Raigame de Vilanova dos Infantes en Celanova.
Fotos- Milagros de Caión(Peña Royal), Virxe da Barca(Concello de Muxía) y das Mortallas(Visitar Galicia)