La era digital ha transformado múltiples aspectos de la vida familiar, introduciendo desafíos antes impensables. Entre ellos, el fenómeno del sharenting —el acto de compartir imágenes, vídeos y anécdotas sobre los hijos en redes sociales— ha emergido como una tendencia que, aunque bienintencionada, plantea cuestiones éticas y riesgos considerables.
De acuerdo con un informe del regulador británico Ofcom, un padre promedio publica más de 70 fotos y 29 vídeos de sus hijos al año. Este hábito, conocido como sharenting, deja a los niños con un rastro digital significativo antes de alcanzar la mayoría de edad: aproximadamente 70.000 publicaciones, según el Comisionado de la Infancia del Reino Unido.
Beneficios percibidos del sharenting
Los defensores de esta práctica destacan que compartir momentos familiares puede fortalecer relaciones y construir comunidades, especialmente en un mundo donde los lazos físicos suelen ser reemplazados por conexiones virtuales. Según un informe reciente de UNICEF, «el sharenting permite que los padres se mantengan en contacto con familiares y amigos dispersos geográficamente, además de crear redes de apoyo en nuevos entornos».
Además, plataformas como WhatsApp o Facebook facilitan la creación de vínculos, permitiendo compartir hitos importantes, como los primeros pasos de un hijo, de manera rápida y eficiente. Según un análisis publicado por CyberGhost VPN, el 55 % de los padres que comparten contenido familiar en redes sociales lo hace con la intención de fortalecer la conexión con sus círculos cercanos, destacando el valor emocional de esta práctica.
Peligros y dilemas éticos
El sharenting también tiene un lado oscuro. Los expertos advierten que esta práctica puede vulnerar el derecho de los niños a controlar su propia identidad digital. «Los padres deben reflexionar sobre el impacto a largo plazo de las publicaciones que comparten, ya que estas pueden generar consecuencias no deseadas para sus hijos en el futuro», explica el
psicólogo infantil Ralph Waldo.
Un caso notable es el de una adolescente austriaca que, tras años de publicaciones incontroladas por parte de sus padres, decidió emprender acciones legales contra ellos. Este incidente subraya un debate esencial: ¿dónde termina el derecho de los padres a compartir y comienza el de los hijos a decidir sobre su privacidad?
Además de los dilemas éticos, los riesgos incluyen la exposición a cibercrímenes y la posibilidad de que terceros utilicen imágenes o información personal con fines malintencionados. Un estudio de Barclays reveló que el sharenting podría estar relacionado con el 66 % de los casos de robo de identidad en jóvenes.
Impacto emocional en los niños
El sharenting no solo afecta la privacidad; también tiene implicaciones en la salud emocional de los menores. Comentarios hirientes o publicaciones embarazosas pueden desencadenar problemas de autoestima y ciberacoso. Según una encuesta reciente, el 37 % de los padres teme que sus hijos sean víctimas de abuso en línea derivado de esta exposición temprana.
«Los padres deben considerar que lo que puede parecer inocente hoy podría tener repercusiones graves mañana», advierte Shenella Karunaratne, consejera profesional.
Hacia un sharenting responsable
Aunque algunos abogan por abandonar esta práctica, otros sugieren un enfoque más equilibrado. «Hablar con los hijos sobre lo que es apropiado compartir, establecer límites claros y limitar la audiencia son pasos clave hacia un sharenting responsable», recomienda el Dr. Waldo.
Por ejemplo, plataformas como Instagram y Facebook permiten configurar publicaciones privadas, restringiendo el acceso únicamente a personas de confianza. Además, es crucial evitar compartir información sensible, como ubicaciones o rutinas diarias, que podrían poner en riesgo la seguridad de los niños.
Reflexión final
El sharenting es un fenómeno que refleja los dilemas de la vida moderna. Si bien ofrece oportunidades para conectar y compartir, también exige una responsabilidad consciente. Los padres deben equilibrar la tentación de documentar cada momento con la necesidad de proteger los derechos y la seguridad de sus hijos en un mundo cada vez más digitalizado.
Imagen de Vânia Dos Santos en Pixabay