La Entidad Nacional de Acreditación destaca en su página web la importancia de la metrología, la ciencia que se ocupa de las mediciones y sus aplicaciones. Señala que “tiene una importancia fundamental para la economía, las empresas y la población en general”, ya que no solo ayuda con las transacciones comerciales, sino que permite el intercambio de “productos y servicios a nivel global”.
Habla la ENAC, obviamente, de sistemas de media universales o, por lo menos, ampliamente extendidos que han permitido el desarrollo económico en la globalización. Sin embargo, todavía hoy en día, en esta “aldea global”, quedan medidas que resisten a desaparecer.
En la actualidad, la gran mayoría de países del mundo se adhiere al llamado Sistema Internacional de Unidades, que incluye 7 unidades básicas: segundo, metro, kilogramo, amperio, kelvin, mol y candela. Es la versión moderna del sistema métrico decimal, que es el que, probablemente, la mayoría de nosotros tengamos interiorizado como “normal”.
Existe una gran excepción, un país que no ha adoptado oficialmente estas unidades básicas. Estados Unidos sigue utilizando el sistema anglosajón, y sus longitudes se miden en pulgadas y yardas, sus terrenos en acres y millas cuadradas, y sus líquidos en onzas y galones. Y si Estados Unidos lo hace, Galicia, ¿por qué no?
Referencias de las unidades de medida gallegas
Hoy en día, podemos sacar el móvil del bolsillo y hacer todo tipo de cálculos con las apps específicas para ello. Sin embargo, también hoy en día se siguen haciendo números con métodos que tienen siglos de antigüedad.
Muchas unidades de medida tradicionales todavía siguen vigentes en el medio rural gallego. Sobreviven sin necesidad de transformarse en metros cuadrados o litros, ya que tienen su propio significado y razón de ser entre unos interlocutores que comparten lenguaje y cultura.
Desde los orígenes de los intercambios comerciales, siempre ha habido alguna manera de medir o pesar los productos. Antiguamente, muchas de las unidades de medida tomaban como referencia la figura humana: un palmo, un pie, una braza, un puño, etc.
Sin embargo, la falta de uniformidad en este tipo de medidas hizo que se fuera sofisticando la manera de medir y se pasó a referencias más funcionales, normalmente relacionadas con determinada acción. Por un lado, había medidas relacionadas con el tiempo de trabajo; un concepto que ya se aplicaba en la Antigua Roma y que en Galicia se traducía, por ejemplo, en medir según los jornales de viñedos o de cavadura.
Otra manera de medir era según la cantidad de grano que se necesitaba para cultivar la tierra. Este sistema se utilizó en toda Europa y se fue perfeccionando con el tiempo. En un principio, se medía según lo cosechado, pero la gran variabilidad en lo que producía un mismo terreno cada temporada, hizo que se pasase a hablar del grano necesario para cultivar.
Así, muchas medidas de superficie que se utilizan en Galicia fueron en su origen medidas de volumen.
O ferrado: la medida imposible
El mejor ejemplo de este tipo de unidades de medida es el ferrado, probablemente -junto con la fanega- la medida tradicional que más ha sobrevivido en el campo gallego.
En su origen, un ferrado (“herrado” en castellano) era un cajón de madera ensamblada con piezas de hierro que se utilizaba para medir el grano. Ya en el siglo XVI hay documentos en los que se habla de “ferrados de trigo”.
Con el tiempo, el ferrado se convirtió en una medida de superficie con un único problema: que en cada sitio mide una cosa.
Entre vecinos de una misma localidad, se ha utilizado este sistema durante siglos, por lo que está todo claro. La cuestión es cuando se trata de localidades distintas, ya que en cada ayuntamiento el ferrado tiene una medida distinta, de ahí el sobrenombre de “la medida imposible”. En Ares equivale a 548 m² y en Muxía a 424 m².
Otras medidas agrarias tradicionales
El problema de la falta de uniformidad se repite a menudo. Con otro clásico, la fanega, ocurre algo similar al ferrado. Se considera que la fanega gallega equivale a 2103 m², pero hay variaciones de la fanega por toda España. En Valencia, donde se llama fanecada, equivale a 833’33 m², mientras que en Granada ronda los 7000 m².
Otras unidades de medida, como el ferrado, son muchas veces de ámbito local. En la provincia de A Coruña, por ejemplo, en Rianxo, se usa la cunca (35 m²) y el ferrado son 12 cuncas; mientras que en Boiro tienen el cuartillo, que allí son 22’33 m²
Además de medidas cuyo referente era el grano de la siembra, también hay otras que en su origen eran para medir el vino o el aguardiente. En A Coruña, una cántara eran 15’58 litros de vino, pero 16’43 l. de aguardiente.
Y hay muchas más, tanto de volumen como de superficie: el cántaro (24 cuartillos), o rumbeiro(40 varas cuadradas), copelo (25 m²), tega, etc. La cuestión es saber cómo se mide en cada sitio… y ponerse de acuerdo.