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sábado, marzo 23, 2024

El fascismo de los neocomunistas. Parte I

— José Manuel Palacín Y Rguez —

Umberto Eco, que se amantó entre las soflamas totalitarias de la Italia de los años 30, aprendió a identificar las características de lo que él denominó, el Ur-Fascista o fascista original, que en su país encarnó la figura de Benito Mussolini.

Eco reconoció catorce rasgos que describen al Ur-Fascista, de los que paradójicamente, casi todos están implícitos en el ideario y en las conductas de los dictadores de los regímenes comunistas de la actualidad, ¡y ojo!, porque al menos diez de esos puntos se hayan presentes en el perfil del Neo-Comunista o Comunista del Siglo XXI dentro de las democracias occidentales.

Evidentemente, en su día, el afamado novelista no equiparó la semiótica y la praxis emanada de la aplicación de las doctrinas de estos supuestos elementos antagónicos, fascio y comunismo, y exculpó al último basándose en que los movimientos revolucionarios de izquierdas aportaban modernidad social e internacionalismo. Eco, incluso elogió la lectura de «El Manifiesto Comunista» por considerarlo estético y lleno de metáforas.

Del mismo modo, en algunos círculos politológicos se sostenía que las cotas de libertad y democracia en los estados soviet aun no estaban del todo bien calibradas y por ello llamaban a la prudencia a la hora de tachar a estos gobiernos de «dictaduras». Un dilema de bobos si nos atenemos a la génesis violenta y a la posterior evolución represora de los regímenes de la U.R.S.S, Cuba, China o Vietnam, por no hablar de la hermética Corea del Norte.

Precisamente, esos círculos politológicos exculpadores se enmarcaban en la izquierda moderada, los socialdemócratas, quienes durante muchos años permanecieron ciegos, bien por una cuestión de afinidad emotiva, bien por conveniencia o bien por inadvertencia, ante la realidad de que el comunista ni es moderno, ni es internacionalista ni desde luego es democrático.

No obstante, hoy, los evangelios marxistas han envejecido, y muy mal. El comunismo está obsoleto: plusvalía, proletario, lucha de clases, burguesía, son términos que causan risa o miedo, según el contexto. También se ha demostrado que aquello que presentaban los leninistas de principios del siglo XX como internacionalismo, en realidad es otro tipo de imperialismo. No hay régimen comunista que no aspire a su expansión territorial y a acrecentar su área de influencia, siempre con un lenguaje y con unas conductas belicistas, e indefectiblemente encaminado a alcanzar dos fines siniestros: el sometimiento y adoctrinamiento de los colonizados y/o la espoliación de sus recursos. En el primer caso, Rusia en Bielorrusia y para el segundo China en Angola, y en general en el África Subsahariana.

Para terminar, ningún comunista puede ser un demócrata, aunque viva entre los demócratas y aunque goce de los privilegios de las democracias liberales. Realmente un comunista siempre aspirará a destruir las estructuras institucionales de los Estados Liberales y de Derecho para imponer su dogma, camuflando sus operaciones bajo los disfraces del Estado Social y de la Justicia Social – (Como Demoler al Estado – José Palacín (2022), pero ese es otro asunto.

Sin pretender que el manual del Ur-Fascista sea la biblia, sí que apreciamos que da bastante en la diana diagnóstica de este fenómeno totalitario, y también podemos inferir que el Ur-Fascista y el Dictador Comunista actual coinciden en casi todo y que el Neo-Comunista Occidental se papa al menos diez de esos puntos del librillo.

La identificación, incluso la cierta conexión y concomitancia del fascismo con el comunismo se está descubriendo a los ojos de la opinión pública con la crisis de la Guerra de Ucrania, hasta el punto de que, incluso la socialdemocracia, ha detectado este fenómeno, quizás aun no en España, pero sí en el resto de Europa.

El discurso del 17 de marzo del exKGB, Vladimir Putin, mimetiza a la perfección los puntos del manual del Ur-Fascista:

1) Adoración a la tradición. Por una parte, un pasado templado a espada en el zarismo secular bajo la cruz ortodoxa, y, por otra parte, las glorias del soviet. Esta es una amalgama intragable por sus contradicciones y porque, en su día, una fagocitó a la otra.

2) Rechazo a la modernidad, si se entiende como tal el globalismo o los nuevos tipos de familia. También se impugnan otras cuestiones como la convivencia con el medio ambiente o la igualdad entre mujeres y hombres. Esto último se practica desde el negacionismo y en ello calca a la Extrema Derecha europea, de ahí las adhesiones al líder ruso por parte de algunos adeptos de Vox, Le Pen, Salvini, o Urban.

3) Culto a la acción, que curiosamente contrasta con la supuesta personalidad del presidente ruso, del que se decía que era un témpano de hielo, sin embargo, ahora, en su discurso todo es acción o coerción en base a futuras acciones de represalia, como apretar el botón nuclear. De hecho, su incursión militar en Ucrania ya es de por si un culto a la acción, como cuando el Führer invadió Polonia a sabiendas de que ello provocaría una declaración de Guerra por parte de Inglaterra y de Francia. Si Hitler ya tenía planeado el ataque a Francia, Putin llevaba un año preparándose para la reacción de Occidente, aunque la creyó algo más tibia.

4) Para el Ur-Fascista, el desacuerdo es traición, por ello en la Rusia de Putin siempre ha habido una persecución medio furtiva del quintocolumnista, pero a día de hoy, todo ha cambiado, En Rusia circulan periódicos de ideología neozazi y antisemita que oficializan los nombres de los enemigos de la patria de forma pública.

5) Explotar el miedo a lo diferente (en comportamiento y opinión). En este apartado, los regímenes comunistas poseen el grado de maestría, valiéndose de los puntos 1, 2 y 8 para lobotomizar a unas sociedades extremadamente dependientes y poco informadas.

6) La apelación a la frustración social o victimismo que, paradójicamente, se deriva de la incapacidad (quizás intencionada) de la casta política para dar una oportunidad de prosperar al ruso medio. Esto lo podemos achacar a las prácticas supuestamente corruptas y antimeritocráticas de las políticas económicas y sociales del régimen desde la caída de Yeltsin.

7) Rechazo al bienestar de los enemigos, donde frente a esas víctimas rusas, los occidentales se presentan como una casta de sibaritas, viciosos y decadentes. Aquí se mezcla el viejo concepto de lucha de clases empañado con una imagen deformada del mundo exterior. Para Putin, y así lo expresa en su discurso, la burguesía occidental desprecia la austeridad del pueblo ruso. Compara el pensamiento occidental (los valores occidentales) con una mosca que hay que expulsar de la boca.

8) Obsesión por una trama armada sobre los falsos argumentos. En este caso, la que ha utilizado para justificar y arengar la invasión de Ucrania es la «desnazificación y desmilitarización» de sus vecinos. Nada más falso de la realidad puesto que los ucranianos jamás hubiesen levantado un dedo contra Rusia. De hecho, desde 2014, Moscú se ha ido anexionando pedazos de Ucrania sin la más mínima respuesta por parte de Kiev. Como esta trama, puede armar quinientas, si bien es cierto que nuestros políticos, y de todos los colores, también nos mienten para mantenerse en el poder.

9) Nacionalismo exacerbado, muy propio de los pueblos que viven en una esclavitud encubierta. Debajo de un predicador nacionalista siempre hay un opresor y debajo del que le escucha siempre subyace un alma esclava. (Como Demoler al Estado – José Palacín (2022).

10) Una vida para la lucha, con un desprecio atroz hacia los débiles, haciendo confundir la paz con la derrota. Esta, no solo es una táctica psicológica para vencer, sino también un ardid para sobrevivir. Ya sabemos cómo han acabado algunos dictadores derrotados en guerras contra potencias coaligadas. Sadam Hussein o Gadafi son ejemplos que Putin siguió de muy cerca, por eso al principio de las revueltas de Siria se empecinó en mantener a salvo a Bashar al-Asad.

11) El heroísmo como norma, y con estos dos puntos (10 y 11) Rusia debe estar dispuesta a sufrir penalidades con tal de alcanzar la victoria, una suerte de destino de tragedia griega que conducirá a una gloria moral.

12) Aplastamiento de la sexualidad, entroncando con la vieja moral agonal. Al tiempo mezcla la luz de este foco con el desprecio hacia los débiles, porque lesbianas y homosexuales son considerados seres enfermizos. Luego veremos que el Comunista Occidental también usa esta táctica de aplastamiento de la sexualidad, pero dándole la vuelta a la tortilla y denunciando un inexistente patriarcado, pretende cohibir sexualmente a la población femenina, y de paso enfrentarla al hombre.

13) El bien común, donde todo se supedita a lo colectivo, en realidad al Estado como representante de la soberanía colectiva, y por ese supuesto beneficio al Estado colectivo se debe sacrificar todo individuo o todo bien material, cultural, natural, etc… Para mí, esto es lo más importante, la liquidación del ser individual, de la identidad personal que acaba conllevando la supresión de las libertades individuales y por ende de los derechos civiles. En esto, (y lo veremos en la segunda parte de este artículo) los neocomunistas occidentales superan con creces a los maestros de ceremonias del comunismo internacional, de hecho, aquí radica el mayor peligro del comunismo de Occidente.

14) La neolengua populista, en definitiva, la liturgia verbal y la propaganda, que conduce al lenguaje oficialista y cercena la libertad de expresión. La Duma, tras 20 años de Gobierno de Putin, ha decidido condenar con 15 años de prisión a la prensa no afín, pero no olvidemos que Pablo Iglesias con un mes de Eurodiputado ya quería cerrar periódicos.

En definitiva, toda esta parafernalia inspira el discurso de Vladimir Putin como en su día alentó los delirios de Adolf Hitler o de Mussolini, incluso de Francisco Franco.

Desde luego, podría parecer paradójico que un hombre que inició su andadura vital entre los muros del mayor bastión marxista, la KGB, acabe abrazando todo aquello por lo cual la Rusia bolchevique sacrificó a más de veinte millones de personas durante la II Guerra Mundial.

¿O quizás no es una paradoja y solo es la traza de un compás de lógica evolución histórica que gira 360 grados?

Yo al menos lo pienso así. Ateniéndonos a los apartados identificados por Umberto Eco, si realizamos un estudio de los mandatos de Lenin, y sobre todo de Stalin, ya se pueden discernir una serie de similitudes de concepto entre fascistas y comunistas de los 30. Pero lo que queda muy claro es que la evolución intergeneracional de los comunistas ha desembocado en el fascismo.

Como bien reseñé, utilizando la imagen del lógico giro de compas histórico de 360 grados, comunistas y fascistas siempre han sido lo mismo, al menos en su concepto. En realidad, solo hay diferencias respecto de la propiedad privada y matices sobre el papel de determinadas instituciones dentro del Estado. Lo cierto es que solo los enfrentó una traición, la Operación Barbarroja.

Viendo al líder ruso, casi podemos afirmar que fascistas de los años 30 y los neocomunistas del siglo XXI son un calco, y no solo Putin, sino Castro, Maduro, Kin Jong-Un, Xi Jinping​ o Lukashenko, (cada uno con su marca personal y necesidades geoestratégicas).

Pero no creamos que estamos a salvo en Europa, ni menos en España. Si afinamos el análisis, los neocomunistas del mundo occidental se nutren de al menos diez puntos de la lista Eco, lo cual será objeto de examen en la parte II de este artículo. Hasta entonces no se olviden de que hay cerca de su casa, seguramente en algún piso de su bloque de vecinos, «hay una hoz dispuesta a segar su libertad y un martillo dispuesto a aplastar su propiedad»

El autor José Palacín

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