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martes, marzo 26, 2024

Carta de un docente

Jacobo Santos Solla // Docente de Secundaria//

Por fin esta semana, mes y medio después de que los chavales tuvieran que abandonar las aulas por el coronavirus, las autoridades educativas se han dignado a transmitirnos a los docentes unas instrucciones definitivas de cómo acabar el trimestre. Definitivas, insisto, pero no por ello claras y precisas.

Recientemente acabé un curso sobre función directiva en el que se alababa la autonomía  organizativa y de gestión que proporcionaba la ley educativa a los centros de enseñanza. Eso sí, esa autonomía acababa cuando querías innovar dentro del marco de la ley.

Sin embargo, las últimas instrucciones que hemos recibido dejan en manos de los docentes la promoción o titulación del alumnado. Es decir, que nos pasan la pelota descaradamente. Ahora bien, lo hacen de forma ilegal, en la convicción de que nadie va a cuestionar el que se promocione de curso o se le dé el título a alguien con más materias suspensas de las que permite la ley. Y es que la normativa que ahora publican tiene un rango inferior a la  LOMCE, que, precisamente, impide que el alumnado con un número de materias determinado pueda pasar de curso u obtener el graduado de educación secundaria. Y menos en junio. ¡Adiós al principio de jerarquía constitucional! ¿Qué viva la ley a la carta!

Por lo tanto, seremos los profesores los responsables últimos de condenar a repetir o de dejar sin título al alumnado. La administración, obviamente, no.

Eso sí, para desempeñar nuestra labor nos han inundado con una gran variedad de plataformas telemáticas que suplen la docencia presencial, sin reparar antes en el hecho de que la competencia digital de gran parte del profesorado está todavía en pañales, porque en los años precedentes no nos han dotado del equipamiento suficiente y porque tampoco han obligado al profesorado a actualizarse en sus conocimientos informáticos.

Ahora es el turno de pasar a la acción. Es aquí cuando nos percatamos que nuestros alumnos tampoco disponen de equipos informáticos o que, sobre todo, tienen una conexión a internet muy limitada, con lo que muchos no están en condiciones de igualdad con sus compañeros. Menos mal que para solventarlo, nos facilitan a los centros tres ordenadores con sus correspondientes routers inalámbricos. ¡Y tan panchos!

Empezamos a trabajar, cada profesor desde las plataformas que más conoce, todas igualmente válidas. El alumnado, desconcertado: Matemáticas a través de Webex, Historia por Instagram, Castellano por Zoom, Inglés por Skype, deberes por correo electrónico, Drive, Agueiro o Aula Virtual. Los padres en estrés permanente y las direcciones de los centros desbordadas con ruegos, peticiones y quejas de unos y otros. Pero la administración a lo suyo: burocracia para los institutos para que rellenemos papeles y más papeles que justifiquen que, a pesar de la incompetencia de los de arriba, los de abajo estamos haciendo lo imposible por atender dignamente al alumnado.

Bueno, ya hemos solucionado los problemas técnicos y burocráticos. Seguimos con nuestra tarea docente, que no hemos abandonado desde el 13 de marzo, pese a actuar a ciegas y a golpe de improvisación. ¿Reforzamos? ¿Recuperamos? ¿Ampliamos? ¿Avanzamos? A los que se han rascado la barriga los dos primeros trimestres hay que hacer todo lo posible para que no queden atrás, aunque no quieran. ¡Hay que insistir! 
Para los que han cumplido, han aprobado todo e incluso tienen buenas notas se acabó el curso. ¡Están aprobados hagan lo que hagan a partir de ahora! Pero tenemos que hacer todo lo posible para que no se desenganchen. ¡Bravo!

Rematamos . A partir del 25 de mayo, posibilidad de vuelta a las aulas para 4º de la ESO y 2º Bac. ¿Para qué? Los que están aprobados no se van a arriesgar para no hacer nada. Y los que suspendieron previamente, ya sabremos si hasta entonces han trabajado o no. ¿Qué sentido tiene volver? ¿Para dar sensación de normalidad y de que la administración se preocupa de sus jóvenes?
¿Quién va a dar esas clases? El profesorado en riesgo y los mayores de 55 años no tienen por qué  acudir. ¿Ha visto la administración la edad media del profesorado en las grandes ciudades? Todo un auténtico despropósito.

Estos días se está haciendo ránking de todo lo esencial y de lo que importa. La educación ha tardado 45 días en ponerse en marcha. Que cada uno saque sus propias conclusiones de en qué puesto está la educación en este país.

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