IMAGEN: LOS GOZOS Y LAS SOMBRAS (TVE)
En 1982 se emitió por primera vez en TVE la serie de Jesús Navascués y Rafael Moreno “Los gozos y las sombras”, que pondría a Galicia en todos los hogares españoles a través de la pequeña pantalla y la acción desarrollada en la villa de Pueblanueva del Conde.
A la serie le fue bien, muy bien; tanto que consiguió relanzar las ventas de la novela homónima (de Torrente Ballester) y abrir las puertas a otras adaptaciones literarias para la televisión (“Los pazos de Ulloa llenaron de cámaras Santiago, Puenteareas o Tui). Pero lo cierto es que Pueblanueva del Conde no existe, o sí; pero está hecha de retazos de Galicia: el rodaje de esta serie colocó a Charo López, Amparo Rivelles o Eusebio Poncela (por citar tan solo una parte de un reparto irrepetible) en diversas localizaciones de Bueu, Pontevedra o Betanzos.
Desde “Los gozos” hasta ahora ha llovido mucho, especialmente en lo que toca a la evolución de las ficciones televisivas. No se podía prever que las series, tal y como se concebían en aquel momento, iban a ser la más dura competencia para las salas de cine y refugio de los mejores profesionales del sector.
Tampoco podrían haber imaginado los telespectadores que pacientemente esperaban a la semana siguiente el capítulo de rigor, la avalancha de producciones que iba a inundar las televisiones. Y además con todos los capítulos disponibles a la vez, y con las redes sociales hirviendo, y con miles de fandoms y fanfictions teorizando sobre las motivaciones y psicología de unos personajes que sustituyen a estrellas del pop en el objetivo del fenómeno fan.
Mucho ha llovido, pero lo cierto es que con tanto movimiento en plataformas y productoras, Galicia ha salido ganando y se ha revelado como una opción muy valorada por los profesionales del cine y la televisión para rodar: el patrimonio natural y arquitectónico de esta tierra tiene pocos rivales, en abundancia, disponibilidad y espectacularidad.
Se nos ocurren pocos lugares más mágicos que la Ribeira Sacra, por poner solo un ejemplo, pero no solo es que sea atractiva y tenga mucho que mostrar, es que nuestra luz es el sueño de cualquier director: los rodajes necesitan luz natural, y la nuestra no solo está suavizada por la frecuente nubosidad, lo que la convierte en óptima: es que además nuestros días duran más.
Por esto y por otros motivos (como que las gentes de esta tierra no estemos saturados de rodajes como les puede pasar, por citar el ejemplo más claro, a los madrileños), Galicia ha sido y es objeto de deseo para los localizadores de exteriores. Y queremos repasar algunas de las ocasiones en que nuestro paisaje ha sido escenario singular:
Hace unos meses anunciábamos el inicio del rodaje de la recién estrenada “Fariña” en Xuño, sin saber de lo mediático que su estreno iba a resultar por la decisión judicial que ordenaba el secuestro cautelar de la novela que dio origen a la serie y que ha provocado que su estreno se adelante unos meses. La humedad de las rías por la noche casi se puede palpar en esta ficción ochentera que nos recuerda a las fotos de nuestra infancia.
Imagen Fariña – Bambú Producciones
Casi al mismo tiempo “Vivir sin permiso” se rodaba en Pontevedra, A Illa y Vilagarcía de Arousa u O Salnés, en una ficción de Mediaset con José Coronado encabezando el casting. De nuevo el narcotráfico como en “Fariña” es origen de la historia, pero esta vez como pasado a sepultar por parte de los protagonistas.
En cuanto al cine, es difícil escoger un solo título de entre los que han llevado nuestra tierra a la gran pantalla. Las elecciones más obvias pasarían por The Way (de 2010 y que consiguió permiso para rodar interiores de la Catedral de Santiago) o “Sempre Xonxa” (1989) que consiguió que todos conociésemos Petín.
Pero en ellas Galicia es mucho más que un paisaje, es parte de la historia. Lo mismo ocurre con “Los lunes al sol” (2002), donde Vigo es un obrero más, o Mar adentro (2011), una historia imposible de desligar del Castro de Baroña o Porto do Son.
IMAGEN: LOS LOBOS DE ARGA (Telespan 2000 / Vaca Films / TVE)
Sin embargo con “Los lobos de Arga” (2012), el monasterio de Santa María de Carboeiro fue escenario de una ficción a caballo entre el terror y el humor que colocaba nuestros paisajes en historias no estrictamente ligadas a nuestra historia o idiosincrasia, (a pesar de de recordarnos a un hombre-lobo “del país”, como fue El Hombre Lobo de Allariz).
También nuestro director más internacional, Pedro Almodóvar, ha sido cautivado por la especial belleza de nuestros exteriores, y si en “La piel que habito” (2011) fueron los soportales de Santiago de Compostela o el pazo de Oca, en La Estrada; en Julieta (2016), fue Adriana Ugarte la que se fue a Redes por amor a un marinero. En ambas por cierto hay loza de Sargadelos sobre la mesa.
Y nos gustaría terminar este (incompleto) repaso a la geografía gallega de la mano de las series y las películas, hablando de un film que vio en Combarro el escenario perfecto en el que ubicar el universo de Lovecraft. “Dagon: la secta del mar”, es una película de 2011dirigida por Stuart Gordon y protagonizada por profesionales de trayectorias tan dispares como Francisco Rabal o Raquel Meroño que tienen el honor, sin duda merecido, de habernos hecho pensar que Cthulhu, de haber existido, seguramente sería gallego.