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miércoles, marzo 20, 2024

A Coruña y el comercio de esclavos:Un gran puerto negrero

Iniciamos un serial sobre el comercio de esclavos a través del puerto herculino a cargo del investigador y escritor Rafael Lema.Primer capítulo.

Rafael Lema

El auge del negocio vinculado a la trata de negros en A Coruña creció a causa del deterioro del comercio con las zonas de Ultramar y la lucha prohibicionista en Inglaterra. Una lucha en parte hipócrita porque los ingleses continuaron con el negocio usando intermediarios gallegos, portugueses, franceses. En el siglo XVIII también hubo comerciantes gallegos en el negocio. Los años más importantes de aquella actividad fueron los comprendidos entre 1816 y 1820. En ese periodo, el número de expediciones salidas desde el puerto de A Coruña alcanza un total de 77, distribuidas entre diferentes comerciantes. El número total de esclavos transportados desde los puertos gallegos alcanzó la cifra de 6.854. unos 32 comerciantes locales trataban con «madera de ébano africana». En el puerto de A Coruña en los años 1812 y 1813, el barco negrero de mayor era el Ysiar, con 350 tn de Trb y 15 pies calado. El menor, el Conception: con 25 tn de Trb y 6 pies calado. En estos años el puerto de A Coruña, convertido en uno de los vértices del triángulo del tráfico de esclavos de África a América, vivió su edad de oro de la Trata.

En mi anterior inventario de naufragios dediqué algunos párrafos del anexo del corso al tema, pues ambos están ligados. La ruina del comercio y las guerras llevaron a muchos navieros gallegos a este negocio no ilícito ya que España en el siglo XIX mantenía el corso y la trata. Isabel Bugallal realizó recientemente una aproximación al recuento de la flota negrera coruñesa. Así habla de barcos coruñeses con nombres tan inocentes como Noticioso, La Herculina, La Mariquita o La Mariposa. Y otros más confesionales como Pura y Limpia Concepción, Jesús María y José o San Juan.

Los próceres coruñeses bautizaban de ese modo a los pequeños pero rápidos veleros (bergantines, galeones y fragatas) con los que hacían la trata de negros, una actividad a la que se vieron abocados tas la crisis pos napoleónica y los conflictos de la emancipación americana. Los armadores, muchos procedentes del corso, formaban parte de una incipiente burguesía que se debatía entre el Antiguo Régimen y el liberalismo. Era la élite de la época, instalada tanto en la esfera de los negocios como de la política. No había distinción política, entre absolutistas y constitucionalistas, en la trata de esclavos hacia los mercados americanos (Caribe, Texas y sur de Estados Unidos), como mano de obra barata para los ingenios azucareros y otros duros trabajos, cuando otros negocios como el corso o el comercio colonial mermaron. 

Entre 1816 y 1820, como apuntamos, se llevaron a cabo expediciones negreras. Este auge negrero fue consecuencia de la abolición de la esclavitud (1808) en Inglaterra, que aprovecharon los armadores españoles para hacerse con los barcos negreros ingleses y con sus infraestructuras. O asociarse de manera encubierta. Se calcula que en esos años los negreros españoles introdujeron en Cuba unos 111.000 esclavos. Entre 1836 y 1855 según datos cubanos entraron allí 137.806 esclavos. A ellos hay que añadir ya en esta etapa la entrada de gallegos, canarios, chinos e incluso indios yucatecas, en condiciones similares o peores a los negros. Insistimos en que detrás del negocio, en muchos casos, había armadores o negociantes ingleses que usaban a los gallegos de subcontratistas.

El comercio gallego de esclavos sigue siendo un tabú, porque afecta a reputados comerciantes, familias de abolengo, y al Estado; el rastro documental es escaso, salvo en archivos privados, camuflados en el comercio africano, en los documentos privados de los colegios notariales. «En Galicia han sido destruidas prácticamente todas las fuentes públicas que podían haber aportado información directa sobre la Trata: el encubrimiento social de los descendientes de los negreros les obligaría, con toda probabilidad, a ocultar el origen de sus fortunas», sostiene Luis Alonso Álvarez, catedrático de Historia Económica de las Instituciones de la Universidade da Coruña, autor del libro «Comercio colonial y crisis del Antiguo Régimen en Galicia, 1778-1818».

A la trata de negros se dedicaban armadores, comerciantes vinculados a la exportación de curtidos, vinos y aguardientes, reexportadores y salazoneros de sardina, en su mayor parte venidos desde Cataluña; muchos de los cuales habían llegado a la ciudad atraídos por la liberalización del comercio a finales del siglo XVIII. Y casi todos con negocio en el corso y el contrabando de armas desde la Guerra de Independencia de EEUU. También, vascos, riojanos de Cameros, asturianos y algún valenciano, que aprovecharon la apertura del puerto coruñés a los comercios ultramarinos. Una oligarquía endogámica, en la que todos emparentaban con todos y formaban sociedades mercantiles cruzadas, en donde el Estado participaba cobrando sus quiñones y vendiendo células, cargos (procuradores, síndicos portuarios) a las mismas familias foráneas asentadas en nuestras costas. Un negocio en el que no faltaban prestamistas, inversores e importantes propietarios de fincas rústicas y urbanas, bien burgueses enriquecidos, indianos o hidalgos. Así reputadas firmas comerciales coruñesas, viguesas y hasta compostelanas armaban o se asociaban en los fletes a intrépidos capitanes catalanes, gallegos (ex corsarios o arruinados del comercio y la guerra).

Apellidos que tuvieron arte y parte en el negocio fueron: Bartolomé de las Casas, José Blanco, Marcial Francisco del Adalid, José Arias, Francisco Romeu, José Mens, Manuel Sierra, José Fullós, Jaime Dalmau, Juan Bautista Larragoiti, Selisis, González del Valle, González Pola, Bartolí, Gurrea, Donato, Salvador Rivera Pecarrere, Antonio Santiago de Llano, Martín de Torres Moreno. Y Barrié, uno de los grandes nombres nacionales de la trata. Sin olvidar a la amplia colonia gallega allende el mar, en Cuba, en México. 

En Argentina, región en la que antes de la independencia había un 30% de población de origen negro, y con comercio directo con A Coruña desde Carlos III. Al respecto, la incorporación a España en 1778 de la actual Guinea Ecuatorial (Bioko, importante factoría negrera portuguesa y holandesa), lleva la rémora lucrativa del permiso a la trata de esclavos guineanos. Esta colonia africana se incorpora desde esa fecha al Virreinato del Rio de la Plata, hasta 1810, con el proceso independentista argentino. Los ingleses la ocupan entre 1826-32 con la disculpa de la lucha contra la Trata, pero vuelve pronto a España.

En esta época faena por la zona junto a negreros brasileños el famoso pirata gallego Benito Soto. En 1845 la reina Isabel II propone a los negros y mulatos libres de Cuba que regresen a Guinea, con escaso éxito. En 1861, la Corona ante la falta de brazos cubanos negros que quieran el retorno a su tierra fuerza al envío de 260 negros libres cubanos a Guinea. También indios caribeños son vendidos por los gobiernos de las nuevas naciones independientes sudamericanas, con españoles en medio. En enero de 1860, se cita la venta de cien yucatecos todos los meses en el vapor español a la Habana. Y la existencia de «viveros» de esclavos indios del español Francisco Martí.

Alonso Álvarez habla de 77 expediciones desde A Coruña a los negros. Apunta 13 a Juan Francisco Barrié. 4 a Bartolomé de las Casas Díez y 4 a José Blanco. 3 a Marcial del Adalid, Arias o Romeu. Pero la importancia corsaria del puerto (con 238 licencias entre 1798 y 1818), el carácter oscuro de este comercio y que muchos gallegos actuaban en comandita o de testaferros con bretones o ingleses dan fe de una mayor notoriedad de los navegantes locales. Ocultos en el comercio general africano, de maderas o cacao, etc. Juan Francisco Barrié D´Abadie, de origen francés, llegó a ser el principal negrero coruñés, aunque alguno de origen gallego asentado en Málaga le ganó en ingenio y valor (Pedro Blanco, el mongo de Gallinas, Senegal). Su biografía es conocida en los estudios locales. Propietario de una de las fábricas de sombreros más importantes de la época, organizó un total de trece expediciones, una cifra muy por encima de otros comerciantes coruñeses (Casas y Blanco le seguían a gran distancia, con cuatro expediciones cada uno).

 Barrié, prohombre liberal, condecorado con la Legión de Honor francesa y Caballero de la Orden de Carlos III, optó por la trata «atendiendo a la situación deplorable en que se halla nuestro comercio y teniendo la noticia de que algunas expediciones dirigidas a la costa de Guinea a efecto de conducir negros a La Habana habían producido decentes resultados». Como él, también Romeu, José Ramón Santos o Adalid, entre otros muchos, se refirieron a la crisis del comercio colonial para justificar el tráfico de esclavos, que España se había comprometido con Inglaterra a abolir en 1817 pero quedaría en papel mojado a lo largo de buena parte del siglo.

El ejemplo del caso de la fragata española Libertad, la del conocido filme, demuestra como se seguía ejerciendo, pese a la prohibición. Estados Unidos la hizo efectiva en 1865 con el peaje de una guerra civil. El gran comerciante coruñés Jerónimo de Hijosa, aunque nacido en Medina de Rioseco se instaló en nuestra ciudad con 28 años y tuvo un afortunado matrimonio. Entre su amplio catálogo de negocios también figura la trata de negros. Al desarrollo de las hostilidades con Inglaterra armó buques en corso que le proporcionaron fabulosos ingresos y del mismo modo traficó con negros entre Guinea y Cuba con su nutrida flota. Y no podemos olvidar al coruñés Juan Menéndez, senador y banquero lucrado en la trata hasta 1840.

Hablaremos después de la importancia de los catalanes en la trata, bien asentados en Galicia o bien en su territorio. Antes citamos varios apellidos de origen catalán a los que debemos sumar el de un ferrolano ilustre, José Plá. Hermano del marqués de Amboage. El investigador ferrolano Juan Burgoa rechaza cualquier vínculo del marqués de Amboage con el tráfico de esclavos. Burgoa sostiene, de hecho, que Ramón Plá y Monge fue un auténtico ilustrado, y lamenta que a día de hoy se siga cuestionando la filantropía de un hombre que donó buena parte de su fortuna para que fuese empleada con fines humanitarios. 

Así explica Burgoa que «su fama de negrero hay que rebatirla, porque el tráfico de esclavos es un tema con el que el marqués de Amboage no tuvo nada que ver. Esa fama suya está totalmente injustificada. Realmente ese (el de esclavista) fue el caso de su hermano José, que fue dueño de una hacienda y de una plantación de café en la isla de Cuba, y que empleaba esclavos negros en sus instalaciones». Así lo indica en su libro «El marqués de Amboage, Ramón Plá y Monge: un ilustrado ferrolano». Es un caso de ascenso por méritos y ambición de un vástago de la emigración catalana a Ferrol, alguien que llegó nada menos que a obtener un alto título nobiliario, dar nombre a una plaza, y es recordado como benefactor en nuestros días.

Hacendado y comerciante en Cuba, a su regreso en 1884 recibe el marquesado. Pero tanto él como su hermano entre sus socios cubanos contaban con otros hacendados de nuestra comarca relacionados con la Trata (necesaria, imprescindible para mantener la economía isleña) como los Feijoo Pardiñas o los Patiño de Camariñas. Desde 1790 el corsario camariñano Ambrosio Álvarez Pardiñas, de Camariñas, entre sus negocios anda en la trata, con viajes al África, Brasil y Cuba. Se instalará en Pontevedra, en donde casa. Era amigo íntimo del último rey de Portugal. 

A los negros se dedicó un tiempo, incluso fundando tres poblaciones en Brasil, otro indiano camariñán y benefactor, Domingo Antonio Rodríguez Canosa, que deja en 1793 su herencia para construir la iglesia parroquial de su pueblo. O el obispo de Haití don Basilio Suárez de Lema, natural de Carantoña en Vimianzo, dueño de plantaciones de caña, que legó a su muerte en 1881 una gran fortuna en francos franceses depositados en el Banco Nacional de Francia en París a sus descendientes de la familia Carballo, en Ponte do Porto y Carantoña. Y un Carballo era en Cuba socio del más famoso de los negreros españoles de la època, el gallego malagueño Pedro Blanco. Con familia en la Costa da Morte por el lado materno, los Fernández de Trava. En esta madeja económica, la araña negrera en la isla todo lo envuelve. El futuro marqués de Amboage llega a Ferrol a la muerte del citado obispo y según indican sus familiares fue es uno de sus testigos en el testamento a la vez que por encargo del finado prelado hizo donaciones a varios templos, entre ellos a la iglesia de San Jorge en A Coruña (un cristo de marfil y dinero para misas) y la capilla de San Andrés. Los banqueros de la familia Pastor, también viejos conocidos de la Trata, custodiarán el legado económico del ínclito obispo gallego. La familia Carballo no verá un duro hasta 1911 cuando llegaron a Ponte do Porto dos grandes arcas de monedas de plata francesa a casa del boticario, don Gumersindo Rodríguez Carballo. 316.692 francos desde el Banco Nacional de Francia de París.

El comerciante y banquero coruñés más rico a mediados del siglo XIX era Juan Menéndez. Muy relacionado con la Costa da Morte, al morir tenia una flota de más de veinte navíos, participaciones empresariales en varios países, predios y una inmensa fortuna. Se relaciona su familia con el mecenazgo de un criado que llegó a obispo en Haití, y negrero. Basilio Suárez. Y su nombre aparece en el comercio de Camariñas del siglo XIX. Había forjado un imperio comercial, por mar y tierra, y adquirido numerosos bienes desamortizados tras 1830. Muy vinculado a la Costa da Morte era uno de los principales contribuyentes en los municipios de Camariñas, Muxía, Fisterra, Dumbría, Vimianzo y Cee. La fortuna de Menéndez provenía del tráfico de esclavos, desde su estancia en la habana, a donde llevaba negros africanos regresando a Europa con azúcar cubano. La abolición del comercio en otros países hizo incrementar su negocio. Juan Menéndez Fuertes, fue un gran hombre de negocios, armador de buques, consignatario, director de una compañía de seguros marítimos y comerciante al por mayor y menor. Nace en 1804, y muere a los 48 años. 

En 1.842 opera en A Coruña el primer barco de vapor, que une esta ciudad con Burdeos y otros puertos del norte de España. Senador vitalicio desde 1838, muere en 1852. En 1854, dos años después del fallecimiento de Juan Menéndez, su operario Eusebio da Guarda contrae matrimonio con su viuda Modesta Goicouría Cabrera, insigne dama, nacida en Cuba de padre bilbaíno y madre cubana, poseedores de una considerable fortuna. Se hace cargo de los negocios del finado con gran dedicación, capacidad y eficacia. Eusebio se dedicó sobre todo al comercio marítimo en sus diversas facetas: naviero, armador, consignatario, transporte de pasajeros (tropas a Cuba y Filipinas), y mercancías (granos, tabaco, coloniales, etc.), aseguradora y accionista de diversas empresas públicas. Fallece el 20-03-1897 a los 74 años y está enterrado junto con su mujer en el Panteón de la Capilla de San Andrés, cuya construcción, en vida, había pagado. Destaca como benefactor público, pero desde 1880 se desarrolla el grueso de sus inversiones filantrópicas, entre ellas la reconstrucción de la capilla coruñesa de San Andrés. En la misma tuvo aportaciones del obispo gallego de Haití Basilio Suárez de Lema, natural de Vimianzo. Daniel Carballo, diputado coruñés y pariente también del obispo, fue uno de los apoyos a sus obras ( el famoso instituto).

@AdianteGalicia

FOTOS- Portada Trekearth – 2 y 3 -Google Images- 4- El Ideal Gallego- 5 Puerto de A Coruña

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