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Santa Comba
martes, marzo 26, 2024

El naufragio del HMS Serpent (El fatal desenlace)

Ofrecemos el tercer y último capítulo de nuestro serial sobre el accidente marítimo del HMS Serpent cuando se va a cumplir su 125 aniversario. Un reportaje de Rafael Lema.

Para leer los capítulos anteriores acceder desde los enlaces siguientes.

El naufragio del Serpent- Primera Parte.

El naufragio del Serpent-Segunda Parte.

El naufragio del Serpent- El desenlace

El mal tiempo, la falta de visibilidad y la corriente mortal del mar de Camellle a Vilán tumbaron el HMS Serpent en 1890. A pesar e que la corte marcial concluyó que el crucero se perdió por un error de navegación, culpando al teniente Richards y al capitán Ross, hubo críticas a esta conclusión, entendiendo desde distintos medios que los oficiales no pudieron verificar los datos precisos en unas circunstancias extraordinarias. En general los defensores de los mandos indicaban que las causas habían sido la imposibilidad de tomar marcas y las corrientes incontrolables del Finisterre, imposibles de medir y temidas desde antiguo. No fue el primero ni sería el último naufragio en la zona lamentablemente en parecidas circunstancias, incluso en lo mismos bajos.

Desde la partida de Inglaterra el Serpent sufrió las inclemencias de un temporal que fue creciendo. No pudieron avistar las costas de bretaña. En l´Ouessant el mar aumentó al extremo de obligarles a permanecer al pairo durante varias horas hasta que una relativa mejoría les permitió continuar a unos nueve nudos, y el comandante Ross hubo de buscarse la vida al rumbo y velocidad más cómodos posibles sin ningún beneficio para la precisión de su estima. Los oficiales pensaron en regresar. El Serpent se dirigía a Sierra Leona con escala en Madeira, probablemente para repostar carbón.

Al menos en teoría, este primer tramo podía hacerlo a un rumbo directo (207/vº), y tras unas cuarenta horas a velocidad económica (doce nudos), pasaría unas diez millas al oeste de cabo Vilán. Con semejante temporal, la derrota del crucero y lo impreciso de su posición complicaba la recalada al tiempo que la hacía muy conveniente. En condiciones normales la recalada en Vilán habría ocurrido en la madrugada del lunes 10 y, precisamente, a partir de la guardia de media. Pero aquello era peor que un temporal de «surada», con ráfagas de travesía. El consejo de guerra apunta «claros indicios de que hubo incertidumbre y desacuerdo entre los oficiales sobre su posición exacta y el rumbo a seguir».

El día amaneció con el ya habitual temporal del SW que permitía al Serpent navegar a unos ocho nudos «a tombos» y calando al personal. Tras cruzarse con varios buques a las 15.30 lo hicieron con el Península de la P&O, que se dirigía a Portland, intercambiando saludos a la bandera. Probablemente unas 55 millas al NNE de Vilán. el Serpent siguió su camino con viento del WSW, olas de más de 10 metros y visibilidad reducida por la constante lluvia. A las 17.16 GMT (probablemente, la hora de a bordo) se produjo el ocaso y treinta minutos después ya era de noche, pero la luna se había puesto a las 16.32 y, con las estrellas ocultas tras las nubes, el Serpent quedó sumido en tinieblas. A las 20.00 entró de guardia el teniente Richards al que acompañaba en el puente el comandante que, a las 21.00, ordenó caer un poco más a estribor para abrirse de una costa que estimaba cercana. Según un superviviente, a mediodía algunos tripulantes creyeron ver tierra, algo improbable.

Cruzarse con los barcos citados a rumbo paralelo indicaba al comandante Ross que iba por buen camino, pero la mala visibilidad, la presencia de corriente y la omisión de sondar fueron huevos pesados en la cesta del infortunio. la visibilidad no superaba las tres millas, pero se había instruido a los serviolas para buscar una luz que aparecería por babor. En la situación del barco, el faro de Camariñas estaría a proa, no a babor. La imprevista fuerza de la corriente ya había marcado un nuevo ataúd flotante, ese curso que nuestros abuelos llamaban «costa da morte» y que atrae a los barcos a Camelle, a Reira. Para pasar a unas tres millas le hubiera bastado con mantenerse por fuera del veril de las cincuenta brazas, una profundidad excesiva para el escandallo pero accesible a un sondador mecánico. El paso por aquel punto, unas horas después, con marea alta hubiese evitado el bajo. Pero luego vendrían As Baleas, Lucín. Y antes Veo, que milagrosamente evitó el barco. Demasiados monstruos para un gato en un tejado de cinc caliente.

A las 22.30 el viento era de unos 25/30 nudos y había dejado de llover, pero el crucero navegaba a otros nueve para castigo de los «duiros» sobre el pellejo de la guardia y los fatigados boys de proa. Frederick Gould (cabo 1º, 26 años y patrón de la lancha de salvamento) y Edwin Burton (marinero de 1ª de la dotación de la lancha) estaban tumbados en cubierta con dos de los 25 chalecos salvavidas existentes a bordo puestos, cuando, hacia las 11.00, Burton notó lo que le pareció un golpe de mar más fuerte que los demás y el barco se paró. El marinero Onesiphorous Luxon, franco de la misma guardia de bote y que dormía en interiores, siguió a lo suyo hasta el algareo tras la orden de alistar botes y cerrar puertas estancas; después se dirigió a su bote y pilló otro de los chalecos. Gould vio una peña por babor y «justo a proa una débil luz que le pareció inicialmente de un vapor»; en realidad era el faro Vilán, 2.5 millas al SW. Gould fue el único superviviente que pudo verlo. Aunque su marca no nos sirva para determinar el rumbo final del crucero a él le le ayudó a ganar tierra. El Serpent se había clavado en una roca situada unos 600 metros por fuera de Punta do Boi pero el trecho entre la punta y el buque consistía en un roquedal bajo sobre el que rompían unas olas enormes. El mar y los elementos de ensañaron con él.

El comandante Ross intentó dejar aquel fatídico lugar dando atrás, pero su barco vibró sin moverse del sitio, lo que, con aquella mar, significaba que estaba perdido a corto plazo. Al poco, una ola levantó el crucero estrellándolo contra el fondo rocoso con un crujido que se oyó por encima del temporal. Gould oyó como el teniente Richards ordenaba arriar uno de los botes de babor (había dos por banda) y allá fue pero, en plena faena y con su dotación ya a bordo, otra ola destrozó la embarcación contra el pescante arrastrando a todos menos a él, que consiguió encaramarse a cubierta durante dos minutos antes de que otra ola lo barriera definitivamente.

Luxon estaba destrincando un ancla en el castillo de proa cuando una ola tumbó completamente de costado al Serpent llevándoselo a él por la borda. En una oscuridad que le impedía ver sus propias manos, Luxon se agarró con fuerza a lo primero que pudo, con el resultado de que, cuando el buque volvió a adrizarse, surcó los cielos acabando agarrado en lo alto de un palo. No llegó a saber si estaba en el trinquete o el mayor. En una carta a sus padres, transcrita por Campos, Luxon dice que tras bajar del palo e intentar librar un bote «otra ola nos anegó e hizo pedazos el bote sobre nosotros. Pensé que no valía la pena, y golpeado de acá para allá de esta manera estaba casi muerto; así que fui al puente para guarecerme de los hierros que golpeaban por todas partes… no podíamos ver nada… hasta que la siguiente ola nos sacó limpiamente del barco». Por su parte, Burton recibió la orden de destrincar todo lo que flotara, pero su mejor aportación fueron unas declaraciones a la prensa: «Por entonces todos nos teníamos por perdidos, y la vista de tantos camaradas aguardando una muerte cierta era espantosa, como cabe suponer. Muchos de nosotros empezamos a acordarnos de seres queridos en casa, y a rezar por ellos y por nosotros también. Trepamos por la arboladura cuando el capitán dio la orden, y allí permanecimos esperando nuestro destino».

No habiéndoles sido posible otra actuación que disparar una bengala y un lanzacabo, cuando el comandante Ross, viendo todo perdido, ordenó el sálvese quien pueda sólo habría transcurrido una media hora desde el accidente. A Burton lo buscaron en su abrazo temible una serie de olas, tras arrancarlo de la jarcia y vapulearlo contra cubierta. Pasadas un par de horas en el agua, Burton consiguió ganar tierra en una de las calas de la ensenada de Trece sin nada más serio que un golpe en la rodilla, y enseguida encontró a Luxon renqueando con un pie destrozado y le ayudó a incorporarse y caminar. Ambos ascendieron malamente por una ladera. Tras dos kilómetros de caminata llegan a la aldea de Pescadoiras, en la parroquia camariñana de Xaviña, al amanecer. A Gould lo encontraría la primera partida salida de Camariñas al día siguiente en el camino.

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