Trescientos barcos británicos se perdieron en las costas gallegas. Interesante reportaje del investigador Rafael Lema en Adiante Galicia.
Inglaterra y la Coast of Death
Rafael Lema
Cuando se cumplen 125 años de la tragedia del HMS Serpent en Camariñas, la Embajada Británica enviará a su agregado naval a los actos previstos el 10 de noviembre en la localidad. No se trata del mayor naufragio inglés en nuestras costas, ya que el HMS Captain perdió 453 hombres en 1870, pero sin duda ha sido el más trascendente, por el impacto mediático, por la existencia física del cementerio inglés, un memorial de referencia internacional, e incluso porque el desastre fue la madre del nacimiento del topónimo Coast of Death.
Inglaterra perdió en aguas gallegas según mis inventarios 297 barcos. 206 con categoría de históricos, caídos antes de 1900; 48 víctimas de la guerra submarina en los dos conflictos mundiales del siglo pasado. Desde la galera de peregrinos Mary Layborne en 1466 hasta los veleros Abii Louise (2013) o Sirrus (2015) tenemos datos documentados. Recientemente nuevos papeles acreditan que un caso famoso, el hundimiento del Nuestra Señora de la Concepción, sucedió en Camelle en 1741 y se trataba también de un corsario británico. El entorno de Corrubedo y el seno marítimo de Corcubión son los puntos con más casos de hundimientos ingleses.
Con respecto al topónimo de la comarca, en mi último libro apunté que era el nombre que los ingleses tenían para marcar la tumba de uno de los naufragios más famosos, el HMS Serpent, crucero torpedero de la Royal Navy, caído en las cercanías del cabo Vilán de Camariñas en 1890. Durante años, barcos de la Royal Navy disparaban salvas de honor en la tumba del Serpent y en la baliza del hundimiento de otro de los suyos, el Captain, en Finisterre. De hecho el año pasado una fragata inglesa hizo lo mismo al pasar por Punta do Boi. No hay cita documentada del topónimo anterior a esta fecha. Apareció curiosamente en inglés ya en 1907. Lo anotó en su diario la escritora Annette Meaking, indicando que era un nombre famoso entre los marinos de su nación.
Hace dos años Xosé Manuel Lema encontró en un viejo diario coruñés, El Noroeste, un nuevo dato, de enero de 1904. Es actualmente la cita más antigua, mencionada entonces por el periodista José Lombardero Franco, para referirse a tres naufragios en Traba de Laxe, Santa Mariña y Arou, en la costa de Camariñas. En todas las primeras apariciones, desde 1904 a 1917, siempre se vincula con el entorno de cabo Vilán, la tumba del Serpent. Nuestros abuelos llamaban Costa da Morte a la corriente marina que va de Laxe al mar de Traba y al mar de Reira, a la sombra del Vilán. La que causó el naufragio del Serpent, Trinacria, Iris, Yeoman, Chamois, Agra.
En cuanto a la leyenda negra, también los ingleses tienen mucho que decir. Pues en sus costas y en las bretonas nació ya en la Edad Media la acreditación de los naufragios a la piratería organizada en tierra. Los naufragios en la costa próxima al cabo Finisterre a finales del siglo XIX de una triada negra de barcos ingleses con grandes pérdidas de vidas humanas, Woltron, Iris Hull, Ravenhill, unido a las acciones de raqueros en casos como el Priam o el Sidom, causaron una serie de controversias políticas nacionales, sobre el abandono de nuestras costas por parte de los gobiernos de la Restauración. Y las demandas de países como Inglaterra o Alemania, a España, de ayudas a la seguridad marítima por los casos del Salier o el Serpent.
Pero también levantaron una pseudo literatura y artículos de cierto toque naturalista escabroso y malintencionado, en el incipiente periodismo patrio, sobre todo en A Coruña y Madrid, destacando tres relatos de la señora Pardo Bazán. Es aquí y no antes, 130 años atrás, cuando aparecen referencias al Finisterre como comarca de aldeas remotas, entregadas al oficio de causar el naufragio de barcos, a la matanza y al pillaje organizado. La primera cita escrita es de 1883. Sin embargo el pillaje de pecios abandonados o mal vigilados ya se cita en la comarca en 1345. En Cee se cita ya en 1846 el intento de saqueo del inglés Liverpool por parte de aldeanos, llamados por Richard Ford «lobos hambrientos». También acusa el escritor de pillaje a algún carabinero.
El cura de Ameixenda en esas fechas, Antonio Canosa y Lado, dibuja estas acciones en el primer catálogo ilustrado de naufragios de Europa, las páginas de su libro de autos sacramentales. En el siniestro del Sidom en 1885 murieron más raqueros, mujeres y hombres, intentando atrapar fardos de género en el mar, que tripulantes. Varios cadáveres del Woltron, en 1870, aparecieron con los dedos cortados para robarles las sortijas, y algunos cuerpos del Serpent también fueron profanados. Una vecina fue sorprendida sacando el anillo del cadáver de un oficial del crucero, por un carabinero, que la obligó a colaborar en el rescate de los cuerpos que el mar devolvía, para amontonar en el actual y famoso Cementerio de los Ingleses de Camariñas. La hipócrita alegó que le daba mucha repulsión y grima andar con cadáveres.
Las causas naturales se llevan la palma en la lista negra de los siniestros marítimos, como bien sabe cualquier navegante que conozca la región y corroboran las actas mercantiles o consejos de guerra ingleses. Una costa dura, de largos promontorios, peligrosos bajos, de fuertes corrientes, temporales o nieblas. Hasta 1853 no hubo faros en Sisargas y Finisterre, el resto oscuridad. Hasta el siglo XX no existía un sistema de señales marítimas decente, digno de una nación europea, y durante la mayor parte del siglo XX, el salvamento, el rescate, las infraestructuras portuarias, dejaban mucho que desear en el extremo de occidente. Los datos, informes, protestas de mar, auditorias, consejos de guerra de consignatarias, seguros, armadores, almirantazgos, son tercos y casi siempre meticulosos en los siniestros modernos de los últimos 150 años.
Muchas causas se deben a fraudes de seguros y agencias, como en las decenas de barcos griegos hundidos en Corcubión en la primera mitad del siglo pasado. Todos barcos ingleses de origen a los que les dieron veinte años mas de vida los armadores helenos. Ni en las aldeas ni en las capitanías de la zona había medios ni para naufragar ni para rescatar. En el naufragio del Iris, la falta de un buen cabo que largar desde tierra evitó el salvamento de los pobres náufragos, asidos a los palos viendo como el mar los devoraba tan cerca de la costa, a vista de vecinos impotentes, en una imagen dantesca, de gritos, auxilios, de náufragos que iban poco a poco cayendo de los palos. Arrecifes no marcados en las cartas provocaron el siniestro del Dom Pedro, el Urquiola. la conjunción de los demonios de la la espesa niebla (la borraxeira), y el viento duro acabaron el Trinacria y el City of Agra.
Veleros puros como el bric Adelaida o la fragata Florence no podían remontar el viento cuando los arrastraba a la costa y tenían algún problema (con las velas, el timón), entonces abatían y no podían evitar los bajos o los arenales. Incluso algunos de los supervivientes lo fueron por sus extraordinarias cualidades fisicas, por su oficio de lobos de mar, enfrentados a olas y rompientes, luchando durante horas con el mar, como George Chirgwin del Iris, los tres supervivientes del Serpent (Burton, Luxon y Gould), los 18 del Captain. Por corrimiento de carga se pierden: Baitin, Filtric. A causa de la niebla: Brixham, Rotterdam, Stavanger, Horatio. Temporales duros se llevaron el Derwen Water, Demerana, Serpent, Captain. Los juicios de las cortes inglesas en las Merchant Shiping Acts recogen al dedillo cientos de casos y causas de naufragios finisterranos. Por ejemplo, con condenas de navegación negligente y seis meses de retirada de licencia a Robert Newbriggen, capitán del Serantes de 1872. A Charles Blake del Brixham en 1884; al capitán del Mennythorpe en 1881.
Cuatro meses sin licencia al capitán, segundo y tercer oficial del Sidom en 1885. Se culpa a Richard Lake del Rotterdam en 1882, pero en deferencia a su intachable currículo, los propietarios no le condenan. Por su carta de servicios solo se condena a tres meses de suspensión al capitán William Lang del Yeoman, en 1904. El Matthew Cay cayó en Fisterra en 1887, pero antes ya tuvo una colisión con el pesquero Ann el 18-7-84 con un muerto y seis meses de inhabilitación para el segundo de abordo, James Archibold. Juicios que arrojan luz y apartan iluminadas leyendas de luces y otros chismes. En la lista de siniestros añado los barcos hundidos por acontecimientos bélicos, las acciones de corsarios y submarinos, batallas gloriosas y no tanto, la vigilancia costera contra piratas (Harry Pay, Pata de Palo, Raleight, Drake). Los submarinos alemanes acabaron con cientos de vidas y medio centenar de buques ingleses en nuestras aguas, pero también perdieron cuarenta uboots en «nuestra» Batalla del Atlántico.